¿A quién pretenden engañar los hombres del poder? El pasado domingo el presidente de México, Enrique Peña Nieto, presentó su propuesta de Reforma Hacendaria, entre lo que destaca la creación de impuestos que afectarían —según los especialistas— a la clase media del país. Uno de los temas que causó mayor controversia entre los usuarios de redes sociales es el impuesto a colegiaturas.
La primera causó indignación a los padres de familia, quienes con esfuerzos —le aseguro, sobrehumanos— intentan ofrecer a sus hijos una mejor calidad educativa en la iniciativa privada y que para infortunio de gran parte de nosotros se carece en las escuelas públicas. El tema fue tocado por el diputado priista Manlio Fabio Beltrones, quien salió a defender las demandas ciudadanas y se manifestó en contra de la creación del impuesto, lo cual debería causarnos felicidad, aplausos para el legislador y hasta reverencias. Hasta ahí todo está bien (en cuanto a las expresiones en contra); pero, ¿alguien cree que no estaba fríamente calculado?
Resulta que el Poder Ejecutivo, representado por nuestro presidente, y el Legislativo, por el diputado Beltrones (priistamente hablando), son cómplices unos de otros. Es un hecho que Manlio esperó las reacciones (previstas) para entonces salir a defender (lo que debería por sí mismo como representante popular) los intereses de la clase media, con el objetivo y único fin de hacer creer que el Ejecutivo propone y el Legislativo dispone. 
Enrique Peña Nieto tocó arriba para ganar abajo. La Reforma Hacendaria con tintes populistas será defendida por los diputados federales (obviamente no sólo priistas) y senadores, a fin de que se apruebe lo que ellos mismos conciliaron en corto y en privado. No le extrañe que en los próximos días el presidente de México salga a decir que es el Poder Legislativo quien tiene en sus manos el futuro del país y será respetuoso, como lo establece la Constitución, de la “clara y evidente división de Poderes”. ¡Ja! El primer y segundo acto están en la escena.