Todo vestido de blanco, con bordados en oro, remates y cabos blancos, de “primera comunión”; así, como si fuera a tomar su alternativa, se presentó Rafael Ortega Blancas a su último paseíllo en el coso de Insurgentes; plaza que lo vio triunfar muchas veces hasta establecer un récord de mayor número de tardes saliendo a hombros, triunfando y cortando orejas, nueve en total —repetimos—, continuas, lo que habla de una de las virtudes que ha tenido este torero: continuidad, las otras, profesionalismo a toda prueba. Una preparación física siempre al cien. Padre y esposo ejemplar, trabajador y muy al pendiente de su patrimonio, logrado con muchas tardes de triunfo y sacrificios, el matador Ortega, en su tarde de despedida en la México, no solamente ha sacado la casta, ha puesto de manifiesto la honradez y la sensibilidad torera al devolver de manera muy visible y en un gesto muy plausible, en el tercio, sitio de las premiaciones al alguacil vestido de negro, a la usanza del Segundo de los Felipes, un rabo, que él bien sabía que no merecía. Intencionalmente, lo hizo muy notorio, junto con algunas palabras que debieron haber sido algo así como: “Dígale al seños juez que agradezco mucho el detalle, pero no es para tanto”. Y es que Rafael realizó una faena poderosa y de mucha entrega, pero sin llegar a la apoteosis muleteril, y la estocada fue fulminante, con el toro rodando patas pa´rriba. Una oreja, si acaso dos, por la emotiva despedida del matador y cómo un reconocimiento a su trayectoria, pero lo ocurrido con el juez es lo que suele estar pasando; se pierden en el palco, que por cierto no es muy grande, no dimensionan y en su afán de quedar bien, de no arriesgar a perder el puesto, pues, desbarran y se extravían en sus decisiones. Mal, muy mal el señor juez Jesús Morales, pero para mi gusto y juzgando la actitud de estos jueces, que no niegan la cruz de su parroquia al ser más que empleados, esbirros de Herrerías: El juez Morales comete una grave falta ya comentada, pero además una gran falta de respeto a la fiesta, a sus compañeros, actuantes, pues él también vistió de luces, al presentarse a presidir un festejo “de chamarra”. Sería quizá, que hacía retiharto frío; que mal y pésimo gusto acudir al palco vestido así, Y hace un par de semanas, ¡qué ridículo! del juez Gilberto Ruiz Torres, ya le llaman o se hace llamar “Gilbert”, al permitir descaradamente, o hacerse de la vista gorda que la rejoneadora Mónica Serrano se retirara por el callejón, después de su desbrujulada actuación, cuando el reglamento especifica claramente que al término del festejo los actuantes deben cruzar el ruedo en sentido contrario, después de despedirse y agradecer a la autoridad. O bien, en caso de alguna lesión o algún otro compromiso, podrán retirarse, previo permiso y de igual manera, cruzando el ruedo y no por el callejón de manera huidiza y cobijados por el juez.

En fin. Del otro alternante Juan José Padilla, quien también el pasado domingo acudió a confirmar… confirmar que es un torero de espectáculo, que conecta mucho a los tendidos, pero sin lograr ya las buenas entradas que su nombre, la publicidad y las banderas “piratas” provocaban otra hora. Sin embargo, dentro del espectáculo que bien sabe brindar y de ello también existe constancia, es justo decir que ha colocado soberbios pares de banderillas con buena técnica y mucha verdad, siempre asomándose al balcón, colocándose los pitones de frente y apuntando al cuerpo y no a cabeza de toro pasada cómo nos tienen acostumbrados los de por acá. Hubo otro alternante que confirmó alternativa. Salvador López se llama, tiene 26 años de edad, y dentro de su bagaje tiene el antecedente de haber sido de los chavales que reparten, distribuyen domingo a domingo en los tendidos “El Programa”, por ello la gente le conoce, le saludan y le aplauden, pero de ahí a que tenga alguna propuesta en su quehacer taurino… pues, no: No dice nada ni propone nada.