En días recientes y de acuerdo a como van apareciendo las figuras en los carteles de la feria Venteña, cumpliendo sus compromisos en lo que se ha dado en llamar: “El mundial de los toros”, los cabezales de los diarios van enumerando a los consentidos en turno: Enrique Ponce, Julián López “El Juli”, Sebastián Castella, Ale Talavante y, por supuesto, los llamados elegidos del grupo especial al que pertenecen David Fándila, Ivan Fandiño y el pirata Juan José Padilla, y así como han venido partiendo plaza, cada día cobijados por miles de esperanzas, los tendidos llenos con aficionados de una sola edad; la de los niños que aún creen en los Santos Reyes Magos y que acuden a la plaza con la esperanza de ver el gran triunfo, ilusionados con los nombres de sus toreros. Así, día siguiente vienen los comentarios en múltiples variantes de la ya clásica frase “Corrida de expectación, corrida de decepción”, y con las correspondientes justificaciones: que si los toros, que si el viento, etcétera y etcétera, pues con la actuación de los tan esperados consentidos no ocurrió lo que de ellos tanto se esperaba.
Y llegó el jueves 22 en los carteles el nombre de Miguel Ángel Perera, la gente parecía haber olvidado su nombre y el torero ha salido a decir: “¡Aquí estoy. No se olviden de mí!”
Los titulares de los diarios escribieron: “¡Perera cumbre en Madrid!”
Y es que ante el asombro de todos, el extremeño cortó 3 orejas 3 en el coso de la calle de Alcalá. Ocurre que Perera se ha metido en un laberinto de difícil salida, el laberinto de la perfección, desarrollando un toreo verdad, devolviendo al toreo de este siglo xxi la hermosura y la belleza del toreo profundo, cosa que logró con su lote de los de Victoriano del Río.
Y otro, jovencito, de los nuevos, que ha venido a decir: “¡Aquí estoy!”, es Juan de Álamo cortando 5 orejas en otras tantas tardes, lo que denota que posee las virtudes más difíciles de conseguir de un torero y sobre todo joven: la constancia, la perseverancia, salió cantando y diciendo: “Se va cantando conmigo, aunque sólo yo sé el esfuerzo que me está costando conseguirlo. Cada día que me pongo el traje de luces siento en mis carnes lo que me juego, por eso guardo un respeto tan grande hacia él”.
Y, el remate de esta columna es con el comentario sobre los comentaristas de la tve, cuadrilla de verdadero lujo, a la que se ha llegado en base a la más pura y estricta selección natural, es decir, eliminando al que no sirve o funciona. Quedando los micrófonos en manos de quienes deben de estar, los que saben decir las cosas, o las dicen con la seguridad, el conocimiento que como resultado de haber vivido siempre cerca del toro, se sabe lo que se dice. Elogios, varios comienzan a aparecer en reconocimiento a lo realizado en transmisiones recientes de Sevilla y Madrid por Manolo Moles, y los matadores de toros Manuel Caballero y Emilio Muñoz. Incluso ya algunos de los “nuestros”, que al lado de ellos no dejan de ser simples aprendices, y ojalá, de verdad lo sean: Que Dios permita que lleguen a aprenderles algo y no se limiten a elogiarlos y menos a tratar de imitarles, aunque, lo cierto es que ese nivel de conocimiento sólo se obtiene después de haber vestido muchas tardes de luces y/o haber vivido mamando conocimientos cerca de la gente del toro, desde ganaderos, mayorales, profesionales, subalternos y quienes la barriga han puesto cerca de los pitones. Pero, vamos a lo escrito; al elogio y reconocimiento al talento, en este caso específico de Emilio Muñoz de quien se dice que tiene y ejerce: “El juicio que nos falta; la pauta, el temple —¿por qué no decirlo para torear y hablar de toros el temple es fundamental?—, la reflexión, el conocimiento dicho sin egolatrías, la eficacia de la palabra sin herir al decirlo…”. No cabe la menor duda, el tema da para más, mucho más.