Me da una tristeza infinita no poder confiar en ningún partido ni servidor público o burócrata, y lo que es peor: ni en mis vecinos.
Me he preguntado qué fue lo que ha provocado esto. Es algo muy simple: perdimos la confianza porque, primero, perdimos el respeto a todo y a todos.
Sin “respeto” no podemos tener derecho a nada.
¿Cómo voy a creer en un político que no me respeta ni respeta mis necesidades? ¿Cómo voy creer en un juez o en un Ministerio Público que antepone sus intereses personales por encima de los míos? ¿Cómo voy a confiar en un policía que no me respeta y me tranza en cuanto puede, o en un gobierno para el que pareciera que soy transparente? ¿Cómo voy a creer en un alcalde que llena de oro sus bolsillos sin mostrar el menor respeto a mis necesidades y derechos?
Sólo podemos confiar en aquel que nos respeta. Sin respeto no hay nada. ¿Cómo puedo respetar a alguien que se gasta mis impuestos  pensando tan sólo en su futuro político, si el menor respeto ni a mi ni a mi familia? 
Si bien “el respeto al derecho ajeno es la paz”, puedo asegurarte, querido lector, que “el respeto es el precio que hay que pagar para ganarse la confianza”. 
Las campañas políticas abonan a la desconfianza del pueblo, porque las sentimos como una burla a la falta de inteligencia, una falta de respeto, cinismo puro, irrespetuoso.