En uno más de los absurdos cometidos por el Señor de las Balas, en ese obsesivo afán de limpiar su imagen, el día de ayer envió a tres de sus incondicionales para acompañar a un grupo de policías en su comparecencia ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
De esta forma, los policías citados arribaron a la sede de la CNDH de la mano del senador Javier Lozano Alarcón y de los diputados federales Nestor Gordillo y Marisa Ortiz Mantilla, quienes intentaron justificar su presencia con el pretexto de que los policías también tienen derechos humanos que proteger.
Evidentemente, los tres legisladores federales invadieron un acto en el que nada tenían que hacer.
El citatorio fue para los policías y, si querían hacerse defender de un abogado, debieron hacerse acompañar del director jurídico de la Secretaría de Seguridad Pública del estado de Puebla y no de los legisladores incondicionales del principal sospechoso de ser el autor intelectual del asesinato del niño José Luis Tehuatlie.
Habría que preguntarle al senador Lozano con quién está su compromiso, si con los ciudadanos poblanos o con el gobernador del estado.
¿Cómo defender los derechos humanos de una corporación policiaca que disparó proyectiles de gas lacrimógeno con punta de goma de manera directa contra los manifestantes de Chalchihuapan? 
Por más cinismo que tengan, no me imagino cómo podrían explicar estos tres legisladores las siguientes fotografías.
 
 
 
 
Abogado de profesión, Javier Lozano —antes de aceptar la defensa del caso— debió exigir que le dijeran toda la verdad.
Explican los grandes penalistas que, ante la evidente falta de sinceridad del cliente, que niega su culpa pese a las evidencias, el postulante debe aplicar el sentido común para evitar ser exhibido en el tribunal, al intentar defender lo indefendible.
Lamentablemente, la falta de ética de muchos defensores, los llevan a tomar casos perdidos, en donde la única fórmula es la mentira.
Y como la mentira ha sido precisamente la que ha dado base a la versión gubernamental para justificar la represión social, no puede extrañarnos que ahora utilicen a tres legisladores morenovallistas para defender la absurda versión de que los policías fueron las verdaderas víctimas en la tarde trágica de Chalchihuapan.
La desesperación del Señor de las Balas alcanza notas psicóticas, ya que con tal de mantener viva la versión oficial, ha exhibido a su secretario general de gobierno, a su procurador, al amigo personal del ombudsman, a sus medios locales, a las televisoras nacionales, al ombudsman Plascencia y ahora al senador Lozano y a los diputados Gordillo y Ortiz Mantilla.
Y no se llevó entre las patas a Gustavo Madero, porque éste lo desconoció antes de que se lo pidiera.
La esquizofrenia política que generó la crisis de Chalchihuapan no dejó —entre todo el morenovallismo— títere con cabeza.
Así las cosas, el barco de la ambición presidencial terminará naufragando en aguas de tormenta y sólo quedará la nostalgia de un grupo que soñó con poseer las puertas de Palacio Nacional.