Así llamaba y daba explicación don Miguel de Cervantes Saavedra a muchas de las acciones que emprendía su personaje don Alonso Quijano, el ingenioso hidalgo, y ahí, precisamente ahí, está lo genial de su actuar sin razón.
A gran diferencia de los que vemos que ocurre en estos días en nuestra querida y otrora angelical ciudad: días en que prevalece la sinrazón.
Un aviario, por cierto, rescatado, reconstruido y sostenido por una unión privada de pajareros, es recinto y albergue de más de 300 aves de diferentes especies que súbitamente quedan desprotegidas, para que su hogar dé paso a un centro comercial con Oxxo y restaurante de insípida comida de utilería VIP incluidos.
Absurda medida totalmente antiecológica y antianimalista —al momento de teclear estas líneas circula la noticia de que los pajareros, con lágrimas en los ojos, hacían la entrega del aviario—, que contrasta con la actitud que la actual administración ha tomado para terminar —de hecho, han acabado con la fiesta de los toros—, en una ciudad como Puebla, con una enorme tradición taurina, de tal tamaño que en ciertos momentos y circunstancias el toreo de Puebla llegó a ser el más importante de la república; por decir algo, fue en esa plaza —ya destruida también por razones sinrazón—, en ese ruedo tomó la alternativa el torero Silverio Pérez, y también ese toreo fue escenario de las presentaciones de Manuel Rodríguez “Manolete”, en sus tres visitas a México.
Se dice, y bien se dice, que en política, como en muchas otras actividades del hombre como animal de comportamiento gregario, muchas grandes decisiones se toman estando debajo de las sabanas, en el lecho matrimonial. Por supuesto, no; no pensemos mal y en el actual inquilino de la casona de Los Fuertes.
Aceptada esta premisa, se sabe también que es la esposa de uno de los más influyentes del gabinete; es ella quien manda en casa y dicta ordenes bajo las sabanas, quien siendo ecologista empedernida y en apoyo y a sugerencia de sus semejantes, dio la idea de derribar y destruir la actual plaza El Relicario, y ya luego se sumaron las de construir ahí, en esos tan estratégicamente ubicados terrenos, un hotel de ocho pisos, un magno estacionamiento, etcétera y etc.
Bien, esas ideas no prosperaron. Pero: ¿Y la fiesta de los toros en Puebla? Pasó el 16 de septiembre, día de fiesta nacional donde la corrida del 16 era toda una tradición en Puebla. Por lo recientemente vivido y visto, ¿se puede llamar Feria de Mayo a una serie de tres desangelados festejos con tristes entradas de las que juntando los asistentes a los tres festejos no se logra un lleno absoluto como los que antes se daban en el Coso de Puebla? Y, las novilladas, ¿dónde quedaron?
Hace ya buen tiempo que no se da una novillada en Puebla, y es ahí donde está el semillero de toreros. ¿Suprimirlas no es acabar con la fiesta?
De los casi cuatro años de las actuales administraciones estatal y municipal no suman siquiera seis festejos al año, lo que da un total de 24 en cuatro años, siendo que alguna empresa con la plaza en su mejor época llegó a dar 36 festejos taurinos en un sólo año. No se trata de comparar aquí una empresa con otra, o sí en estos años hemos tenido empresas golondrinas o no consolidadas y con deficiente experiencia, o si el demonio metió su cola.
Se trata de evidenciar que El Relicario está cerrado, sin su toldo protector, lo que compromete el deterioro del redondel de madera; las instalaciones en estado de desmantelamiento, la plaza, toda esperando el tiro de gracia de quienes maquinaron terminar con la fiesta de toros en Puebla. Sólo falta el dictamen de Protección Civil ordenando su demolición y ¡consumatum est! Objetivo logrado.
Controversial e inexplicablemente, el aviario, parte importante del Parque Ecológico, centro de esparcimiento, de reunión, de miles de familias poblanas, fue también sentenciado a muerte para dar lugar a las acciones que transforman. La respuesta, protesta y enérgica defensa de la comunidad, obligó a tomar otras medidas. Pero en el caso de la fiesta de toros, la plaza de toros El Relicario no tuvo, no se encontró un Quijote que diera al trasto con los molinos de viento de los antis. ¡Ahí está el triunfo de la sinrazón!
La tradición taurina de Puebla llega a su clímax en 1947, el domingo 26 de enero, con un cartel que no se logró dar en ninguna otra plaza de la república. En el Toreo de Puebla. Manuel Rodríguez “Manolete”, mano a mano con el llamado “ave de las tempestades”, Lorenzo Garza, y por delante de ellos el caballero en plaza Álvaro Domecq y Diez. Lidiando toros de Xaxay.
El Relicario en corrida del 5 de mayo de este año. Los tendidos, semidesiertos. Sorprendentemente, la entrada, la hora del paseíllo, no llegó a media plaza.
El “rey” David Silveti, todo un icono en la historia de El Relicario, aparece en la foto preocupado; parece pensar… ¡Ya le dieron en la madre a mí Relicario!