De noche, en total sigilo, los policías detenidos por su participación en el desalojo de Chalchihuapan, que terminó por costarle la vida al niño José Luis Tehuatle, fueron puestos en libertad, como muestra de que en Puebla la justicia no existe.
De acuerdo al dictamen de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la muerte del niño Tehuatle fue provocada por los impactos de los proyectiles lanzados por la policía morenovallista, es decir, cometieron un asesinato.
No hay que darle vueltas, la CNDH determinó que quienes ordenaron y ejecutaron el fallido operativo son los asesinos del niño.
Ni más ni menos.
Y quien priva de la vida a una persona comete el delito de homicidio, el cual en Puebla está plenamente tipificado y penado como delito grave en nuestro código penal.
Tomando en consideración las condiciones de ventaja en las que se cometió el asesinato del niño, y al no haberse respetado los protocolos de persuasión por parte de los cuerpos policiacos, estamos hablando de un homicidio calificado que, de acuerdo a nuestro código, los haría merecedores a un encarcelamiento de hasta 50 años.
De esta forma, los policías y los superiores que ordenaron el operativo en donde debe estar incluido el gobernador del estado deberían estar formalmente presos, sin derecho a fianza.
Sin embargo, no sólo hoy los policías están libres, sino que el secretario de Seguridad Pública, Facundo Rosas, sigue ocupando el cargo, al igual que su jefe, el gobernador.
Esto sólo sucede en México, y particularmente en Puebla.
Y lo más preocupante es que todavía insisten que "lo mejor está por venir".
Sin duda, un presagio altamente escalofriante.
Los camoteros, como judíos errantes
Dicen que para que haya guisado de liebre, lo primero que se necesita es la liebre.
Pues parece que esta máxima popular es desconocida por el impertinente y voluntarioso Señor de los Cerros, quien decidió disponer de 900 millones de pesos de las arcas públicas para remodelar un estadio en donde juega el moribundo Puebla de la Franja.
Y es que, salvo algún encuentro de grupos cristianos o los aniversarios de Antorcha Campesina, el mundialista estadio Cuauhtémoc sólo se utiliza para los partidos de fútbol profesional del cuadro camotero, el cual arranca este sábado el torneo clausura hundido en el último lugar de la tabla de porcentajes.
Y como al inquilino de la casona de Los Fuertes le tiene sin cuidado el equipo, decidió iniciar la remodelación del estadio y mandar a los de La Franja a jugar de arrimados en el estadio a Universitario, de los Lobos de la UAP, durante todo el torneo que podría mandar al Puebla a la división de ascenso.
Por increíble que parezca, el mandamás poblano decidió derrochar 900 millones en un estadio que no tiene asegurado un equipo de primera división, y de paso dejó al Puebla FC sin poder jugar en su casa para intentar mantenerse vivos en el máximo circuito de futbol.
Dicen en radio pasillo que existe desde hace algunos meses que, a través de un testaferro, el Señor de los Cerros ya tiene intereses en el club camotero y que a eso obedece la multimillonaria inversión en el estadio de la colonia Maravillas.
También se rumora que en caso de descenso, en Casa Puebla ya tienen plan B para traer a otro equipo de la primera división, a cambio de una serie de beneficios económicos para el duelo de ese equipo, que por supuesto correrían a cargo del dinero de los poblanos.
Así las cosas, como judíos errantes, los de La Franja deberán jugar fuera de casa el torneo más importante y peligroso de los últimos años.
Y todo por cortesía del impertinente Señor de los Cerros.