Justo hace un año, en el Centro de Reinserción Social de San Miguel, murió un viejo líder de izquierda, a los 90 años de edad, pese al llamado de la Comisión Nacional de Derechos Humanos al gobierno morenovallista para que se le permitiera pasar los últimos días con su familia.
Y la muerte del activista social evidenció la intolerancia del gobierno morenovallista en la disidencia. Ser activista social o defensor de alguna causa de carácter popular conlleva riesgos en el estado de Puebla, que pasa por el hostigamiento y la cárcel.
Y también exhibió las contradicciones entre grupos y organizaciones de izquierda, además de que mostró el abismo entre los movimientos populares y los partidos políticos denominados de izquierda. 
Aunque a título personal algunos diputados como Socorro Quesada, del PRD, y hasta Mariano
Reyes —del PT— expresaron algún comentario en torno a la muerte de Flores Melga, los partidos políticos de izquierda no fijaron de manera “orgánica” una postura al respecto.
La muerte en prisión de Delfino Flores Melga reavivó  las críticas de organizaciones sociales en contra del gobierno morenivallista de no atender las peticiones de su familia para que el defensor de la vivienda popular, Delfino Flores Melga purgara su condena en condiciones humanitarias.
El problema no es que haya muerto de 90 años, sino que ingresó a prisión a los 89 años, por un delito de despojo, cuando existen antecedentes que determinan que las personas que rebasan los 70 años no son encarcelados y pueden ser procesados en un arraigo domiciliario.
Lamentablemente, el autoritarismo de este gobierno determinó que don Delfino sí fuera encarcelado, pese a su avanzada edad, por un delito considerado no grave, pero por no reunir el dinero para la fianza no le permitieron su libertad.
El 10 de octubre de 2013 elementos ministeriales detuvieron a Delfino Flores Melga, viejo luchador de izquierda, acusado del delito de despojo, el acusado tenía 89 años de edad y pese al protocolo que indica que por su edad debería enfrentar el proceso en arresto domiciliario;sin embargo, fue enviado al penal de San Miguel.
En los últimos días, llegaron visitadores de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos para conocer el caso y se percataron que el anciano estaba en sus últimos días, pero por ser considerado como un enemigo del sistema –morenovallista– se le negó el derecho a morir en su casa con sus familiares.
La muerte de Flores Melga fue una mancha más para el sistema de impartición de justicia poblano, donde no se respetan en lo más mínimo los derechos humanos.
El asunto puede ser más grave si se toma en cuenta que el delito por el que se le acusó pudo ser prefabricado, ya que quienes lo acusaron no son dueños del predio que reclamaban como suyo, sino que es propiedad federal.
Los defensores del viejo militante de izquierda aseguraron que la Sedatu señaló que la escritura es fraudulenta, y el ayuntamiento de Puebla investigó en el Registro Públicode la Propiedad en donde se señala que no existe escritura de ese predio.
El encarcelamiento del viejo líder simplemente obedeció a cuestiones políticas, a dar un castigo ejemplar para aquellos líderes que se opusieran al morenovallismo.
Hoy esas prácticas empiezan a desmoronarse, porque los activistas y luchadores sociales simplemente no se amedrentaron a las prácticas de hostigamiento.