Vuelvo a empezar y diré a manera de inició de estas líneas, que algo no está bien en nuestro país y por supuesto en el estado, algo no marcha correctamente y entre la gente común percibimos nuestra realidad de manera diferente a la que conciben las altas elites políticas y del poder económico.
Hace algunas décadas o sexenios por lo menos era divertido y aunque no quisiéramos, teníamos que ver y observar uno de los símbolos políticos más viejos de nuestros regímenes: los llamados informes presidenciales que año con año, rendían ante el pleno de del Poder Legislativo, aquel que ostentaba el poder político en México.
Eran lecturas incansables y un mundo de cifras y frases huecas e incomprensibles, que solo la clase política era capaz de descifrar para así poder aplaudir fuerte o pararse hasta que el presidente volvía a seguir leyendo su informe. Más adelante cuando el partido en el poder no tenía oposición alguna, todo era felicidad republicana, los legisladores se pavoneaban por sus curules y se disfrazaban de verde, blanco y rojo; así continuaban sus viejas ceremonias y la contestación hacia el mandatario eran elocuciones bárbaras, llenas de nacionalismos grandilocuentes y exposiciones oratorias que recordar daban a los caudillos que nos dieron patria. Terminado esto, todos se agolpaban por los pasillos, la comisión creada exprofeso para el recibimiento y despedida del presidente orgullosa no cabía de ser los elegidos para estar cerca de aquel que poseía la banda presidencial.
Todos se encimaban como cangrejos uno sobre el otro, para poder estrechar la mano del ejecutivo federal, era su día de fiesta patriótica y el besamanos los esperaba con cena y todo en el Palacio Nacional.
Trajes de corte inglés; vestidos largos en los cuerpos obesos de sus acompañantes; limusinas a la entrada de Palacio Nacional; embajadores; invitados especiales; gobernadores; caudillos sindicales; representantes del partidazo; secretarios de Estado; dirigentes políticos y colados eran el espacio multicolor de aquellos informes.
Más después cuando la llamada oposición legal hizo su aparición, las cosas empezaron a cambiar, las fiestas ya fueron lo mismo y esa vieja clase política las empezó a extrañar. Ahora median y calculaban todo, por ningún motivo querían que la figura presidencial fuera dañada por la extraña presencia opositora. La fiesta empezó a tener otros tintes y las costumbres republicanas se fueron modificando. Los llamados “opositores al régimen” que tanto daño le hacen al país, se desgañitaba en sus intervenciones para fijar la postura de sus fracciones parlamentarias y terminaban sin decir nada. Cuando terminaba todas las “brillantes” exposiciones, entonces sonaba la campanita de la presidencia en el Congreso de la Unión, se abría un receso y entraba triunfal el presidente de la República, con la banda republicana cruzando su pecho y erguido caminaba seguro por los pasillos hacia la tribuna, para recetarnos una larga letanía de palabras y más cifras.
Como un gran invento pos revolucionario e insurgente, la oposición empezó a idear como hacerse ver y protestar, por principio de cuentas introdujeron a la Cámara mantas y disfraces, los envolvieron bien y las diputadas los introducción al pleno, cuando sentían que algunas cifras y palabras presidenciales eran “mentiras”, se paraban y en grupos desplegaban sus matas y cartulinas, otros gritaban desde su curules y buscaban ser la nota principal del siguiente día. Se sentían satisfechos como seres revolucionarios y pensaron que le habían hecho un gran beneficio al pueblo.
Los diputados oficiales, disciplinados y bien bañados, pero sobretodo los del sur del país, gritaban a coro toda clase de mentadas de madre a sus pares; las legisladoras de los tres sectores se engallaban e iban al choque en contra de la oposición. Los castos panistas, se sentían apenados de tal espectáculo y con sus voces chillantes pedían ¡¡orden!! al presidente del pleno. Esto era el informe presidencial, una fecha que se convirtió en tradición política y orgullo de los políticos viejos y nuevos. Era un de los grandes símbolos nacionales que le daban vida al régimen nacionalista y liberal del país. Era la mejor carta de presentación de todo lo que habían hecho en el año en beneficio de los mexicanos, lo que debían presumir de su gran esfuerzo de 365 días que con sudor y lágrimas habían logrado paramantener la “paz y la estabilidad social”
De pronto todo esto se acabó, algo paso por las mentes brillantes de los representantes del pueblo y de un plumazo, acordaron que el informe debía ser entregado por el secretario de Gobernación al diputado que preside los trabajos del Congreso. La ceremonia cambio y los gritos y sombrerazos también, los legisladores ya no encontraron con quien divertirse en ese sacrosanto primero de septiembre, solo quedo como uno de eso ritos legislativos, que los diputados presentaran su posicionamiento a todos los 500 diputados.
Los tiempos modernos se convirtieron en espacios de ocio parlamentario y en un concilio de silencios mutuos y complicidades de todos ellos. Se escuchaban por la fuerza y sus históricas posturas solo se quedaban en la acústica de ese recinto parlamentario.
Ahora lo “nuevo” para beneficio de este gran país y después de la falsa alternancia en el poder, los presidentes han dejado de ir al Congreso de la Unión, sus secretarios de Estado entregan tomos pesados de tanto trabajo a la mesa directica del Congreso. Al otro día se hace otra ceremonia muy personal del presidente y con sus propios invitados. La fiesta por supuesto ya no es la misma, el presidente solo se escucha el ismo y sin nadie que lo pueda cuestionar, lanza hacia el vació los datos de sus grandes obras y las cifras sustentadas en hechos de todo lo hecho por un gobierno.
Hoy los comunes no entendemos nada, no alcanzamos a descifrar sus números oficiales y la gran cantidad de beneficios nacionales.
Hay desconcierto social y dos visiones diferentes: la de los ciudadanos que todos los días hacen su esfuerzo por lograr mejorar y tener para vivir y la de los políticos y altos funcionarios, que nos descifran un país mejor y en pleno cambio.
Algo no funciona bien en México y en Puebla, las cosas son graves y dramáticas para muchos sectores sociales que no ven la suya. Nos venden un país que no conocemos y es de papel.
La pobreza y la desigualdad social son temas de nunca acabar, miles de millones de pesos se invierten y ahora se recrudece en las ciudades. Es capital social que los políticos traducen en capital político.
La inseguridad es un tema espantoso y de miedo, ningún estado o ciudad se libra de la delincuencia, esta ha crecido como espuma por todos los rincones y las políticas públicas para enfrentarla han fracasado.
Y para terminar la crisis económica es un hecho, por más que nos digan que no es cierto, esta sigue presente en todo el ámbito nacional. Seguimos dependiendo de los ciclos económicos del país del norte y aún no alcanzamos a crecer como una nación desarrollada.
Impunidad y corrupción no son herencias culturales de nadie y de nada, el país y sus regímenes la han permitido como una forma de enriquecimiento para políticos y funcionarios federales y estatales. Todos roban y lo seguirán haciendo.
Para terminar pronto, nuestra democracia vive momentos de agotamiento político, la han debilitado y esta se ha corrompido. Las formas de participación están sujetas a los intereses grupusculares y partidarios. Esta democracia que mantiene vivo a nuestro sistema político debe sufrir serias reformas, lo contrario a esto simplemente es que el país entre en una seria crisis social y política.
Tiempos de desconcierto social
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