En México existen más de 4 millones de micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES); sin embargo, 97 de cada 100 son microempresas con menos de 5 trabajadores.Es decir, que éstas emplean 3 de cada 4  personas de un total de 11.5 millones según la Encuesta Nacional sobre Productividad y Competitividad de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (ENAPROCE) 2015.

Por su parte, en materia agroalimentaria, la mitad de las 3 mil 500 unidades ganaderas de bovinos con las que cuenta la Sierra Norte de Puebla cuenta con menos de 19 vacas  y el promedio  de superficie de tierras agrícolas en el estado es de 5 hectáreas.

Asimismo, la ganadería familiar en aves no supera las 25 gallinas y en ovinos la cantidad de borregas no supera 40 por rebaño cuando el mínimo para obtener 150 pesos diarios es de 80.

De acuerdo con la misma encuesta del 2015, sólo 12 de cada 100 microempresas impartieron algún tipo de capacitación a sus empleados, y también muestra que la falta de crédito es el principal problema de las mismas. También, 3 de cada 4 microempresas no utilizan una computadora y, consecuentemente, una proporción similar no utiliza internet.

Las consecuencias de lo anteriormente mencionado es que antes de los 2 años, una cantidad importante de microempresas están “muriendo”, principalmente por falta de capacitación y asesoría. Aunado a ello, la falta de un reglamento interno que regule sus operaciones y evite que los problemas personales de sus integrantes les afecten, especialmente en casos de empresas familiares, es otra de las explicaciones de que desaparezcan estas microempresas.

Anteriormente, en otra colaboración, compartí algunos datos de Manuel Molano relativos a que 80 de cada 100 personas de la población trabajadora en México no cuenta con estudios universitarios. No obstante, se reconoce que existe en los mexicanos un gran ingenio y mucha capacidad para resolver problemas.

Lamentablemente no se le ha dado importancia estructural al conocimiento de nuestros técnicos y operarios porque hay un menosprecio de las artes y oficios y una sobrevaloración de la educación universitaria. Lo recomendable, desde mi perspectiva, es darle un mayor valor a la educación técnica.

Las microempresas enfrentan el problema de no poder acceder fácilmente a insumos, tecnología, infraestructura, logística y los volúmenes que permitan acceder a los mercados con la periodicidad y precio que asegure su capacidad competitiva.

Por ello, muchas empresas no pueden acceder a los certificados y documentación necesaria para hacer frente a las necesidades de los mercados. Un claro ejemplo es la carencia de las condiciones mínimas para el almacenamiento o el empaque de sus productos, muchos de los cuales son inaccesibles por el bajo volumen y el alto costo.

Así, podemos darnos cuenta que el primer sector que no le da importancia a la microempresas es el educativo y de investigación. En mi experiencia de docente e investigador afirmo que las necesidades de las microempresas y las de las familias más pobres no forman parte de los contenidos educativos de las universidades. Recuerdo que nunca hice una tarea con menos de 100 hectáreas o 500 vacas, pero la realidad es muy distinta.

De igual forma, los microcréditos que requieren las microempresas no son prioridad para la banca comercial privada y no existe en los estados o municipios una política pública de fomento a las actividades productivas, esto debido a que los presupuestos públicos sólo están enfocados medianamente al bienestar de las familias pero no a la generación de riqueza.

Pese a lo anterior, hay que reconocer que hay esfuerzos públicos importantes del Gobierno Federal tales como los apoyos  del Instituto Nacional de la Economía Social (INAES), de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), de los Programas de la Mujer, Arraígate y el Especial de Seguridad Alimentaria (PESA-FAO) pertenecientes a la Secretaría de Agricultara, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) o de los apoyos del Instituto Nacional del Emprendedor de la Secretaría de Economía, los cuales son un apoyo muy bueno pero que aún son insuficientes.

En el mismo sentido, con frecuencia se dan discusiones sobre el  tamaño y tipo de proyectos  que se deben apoyar. Hay quienes creen que hay que hacer grandes empresas para salir de problemas y resolver las necesidades. Yo creo que no es una cuestión de tamaños, sino de vocaciones productivas y potenciales de mercado.

Es por ello que me permito afirmar que lo que hace ya la gente o puede aprender es también muy importante para tomarlo en cuenta, que el tener los apoyos, aunque sean mínimos, deben ser más integrales además de considerar la visión de integrar cadenas productivas y de valor.

Finalmente, en lo correspondiente a microempresas, hay que señalar que éstas todavía son una tarea pendiente del gobierno mexicano dentro de sus tres niveles, sin apartar el involucramiento del sector educativo y de investigación.

 

Alberto Jiménez Merino

Director del Centro Internacional de Seguridad Alimentaria

Tw: @jimenezmerino

Fb: Alberto Jimenez Merino

Instagram: ajimenezmerino