Fue un gran honor para mí, la invitación a la Universidad Autónoma Chapingo para participar como ponente en la Clausura del 3er. Congreso Internacional de la Red Hispanoamericana de Ingeniería Agroindustrial, constituida por 46 universidades procedentes de países como México, Perú, Colombia, España, Bolivia, Argentina y Chile.
La producción agrícola, pecuaria, acuícola y forestal se desarrolla en Latinoamérica, predominantemente, en pequeñas unidades productivas, dependientes éstas en un 80 por ciento sólo de las lluvias, que cada vez son más inciertas, con formas de trabajo individual que dificultan el acceso a servicios técnicos, a tecnología, mecanización, financiamiento y mercados.
En consecuencia, los volúmenes de producto obtenido son reducidos, de calidad variable y con muy poco valor agregado. Con frecuencia se dificulta integrar volúmenes que permitan a los productores acceder a mercados, tanto por la cantidad como por la calidad o la presentación del producto. Se vende materia prima con nulo procesamiento.
No obstante a ello, las políticas educativas y de investigación así como los programas públicos de apoyo y fomento olvidan que la pirámide productiva agropecuaria está conformada por 80 de cada 100 productores que sólo se dedican a satisfacer, sin lograrlo, necesidades de autoconsumo.
Sólo 15 de ellos están generando excedentes y 5 son exportadores. A la gran masa poblacional se le apoya con programas de carácter asistencial.
La ilusión de todo productor es darle mayor valor a sus cosechas, tener su agroindustria y participar de una mayor porción de la riqueza que genera la cadena productiva hasta que los productos llegan al consumidor. Esa misma ilusión es compartida por el profesionista de la Ingeniería Agronómica y Agroindustrial.
Pero la realidad es muy distinta.
Los niveles de pobreza de los campesinos son tan grandes que se le ha dificultado disponer de recursos para la producción: la siembra, el cultivo y la cosecha. Como si hubieran decidido renunciar a tener más beneficios por su producto, los que tienen excedentes o sin tenerlos, para obtener ingresos le venden al primer comprador, muchas veces distinto cada año, pero compran los insumos y equipos al último vendedor de la cadena.
Un error de la política pública de atención al campo es mantener apoyos parciales, insuficientes y dispersos que no permiten el desarrollo integral de unidades productivas. Al no considerar el desarrollo de las cadenas productivas y de valor predominantes en las comunidades y regiones, se dificulta fortalecer la productividad.
La mayoría de las organizaciones han pretendido desarrollar productos finales con una gran inversión de tiempo y recursos económicos. Cuando lo logran, no tienen la cantidad ni la calidad ni las redes de distribución. Por eso, desarrollar primeros procesos que permitan integrar volúmenes para acceder a mercados es la estrategia más recomendable, destinando una proporción de entre 5 y 10 por ciento de la cosecha para obtener productos finales.
De hecho, un 20 por ciento de los productos obtenidos no pueden comercializarse en fresco y deben aprovecharse para la agroindustria.
Las necesidades agroindustriales
Entre las principales necesidades identificadas actualmente para un mayor desarrollo de la agroindustria, se encuentran las siguientes:
1. Se requiere capacitación, asesoría, infraestructura y equipamiento para conformar volúmenes con la calidad y presentación que piden los mercados.
2. Es indispensable fortalecer los primeros procesos agroindustriales y el trabajo en línea como las principales estrategias. Desarrollar marcas colectivas, así como homogenizar productos y estandarizar procesos.
3. Se necesita una mayor vinculación entre instituciones educativas y productores, mayor conocimiento de la normas de certificación, sanidad, buenas prácticas de producción y manufactura e inocuidad.
4. Impulsar el desarrollo de productos prácticos, de fácil consumo y en porciones más personales.
5. Hacen falta profesionistas mejor preparados y conocedores de los programas de apoyo, fomento y de sus reglas de operación para dar mejores servicios a los productores.
Pero además de lo anteriormente mencionado lo que más se necesita en este proceso es la formación de líderes profesionales, preferentemente jóvenes del último semestre, de nivel técnico o licenciatura, que se preparen en países, instituciones y empresas líderes y después regresen a dirigir el desarrollo agroindustrial de México y Latinoamérica.
Sin líderes, muchos problemas se seguirán agravando.
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