Con frecuencia los comisariados ejidales, los jueces de paz, los presidentes auxiliares y una buena parte de presidentes municipales, desconocen cómo acceder a recursos para desarrollar proyectos, mismos que también deben integrar para obtener apoyos.
Somos un país pobre con más de 64 por ciento de la población en esta condición, no obstante la diversidad de recursos y las grandes riquezas naturales que poseemos. Sin embargo, sabemos que somos muy ricos, pero no sabemos ni qué, ni dónde, ni cuánto tenemos. No conocemos los recursos naturales disponibles en las comunidades y, con mucha frecuencia, nos sorprendemos cuando encontramos algo que no sabíamos que allí ha estado siempre.
Y si no sabemos qué, dónde, ni cuánto tenemos, con mayor razón no sabemos cómo aprovecharlo o cómo reproducirlo para que no se acabe y les sirva a otras generaciones que vienen atrás de nosotros.
Lo anteriormente mencionado es una de las principales causas del gran deterioro de la vegetación, del suelo, del agua, la desaparición del 40 por ciento de las especies animales en los últimos 50 años, según la Organización de las Naciones Unidas, o la desaparición del 90 por ciento de los grandes peces de los mares, o la misma proporción de pérdida de la pesca en los ríos y cuerpos de agua.
Un ejemplo claro de esto sucedió en la Sierra Nororiente de Puebla. Solo cuando ya no encontraban cedro rojo ni caoba, un grupo de gente pensante y visionaria se acercó a pedir apoyo para plantar esta madera en forma comercial. Lo mismo pasó con el maguey mezcalero en la zona de la Mixteca. Así empezaron a escribirse bellas historias de plantaciones forestales comerciales hace 17 años.
No hay estudios, ni censos, ni listados que describan los recursos naturales de los pueblos, del núcleo social básico más importante para la gobernabilidad. Los estudios que he conocido tienen una gran tendencia académica, listados generales, características botánicas, morfológicas, descripciones genéticas; son únicamente trabajos curriculares.
Los estudios con sentido socioeconómico no existen y los que hay no describen los recursos que existen ni cómo aprovecharlos racionalmente. Esta falta de estudios genera que el aprovechamiento de los recursos sea excesivo y por ello los deterioran; ante tal circunstancia, quienes los utilizan reciben como respuesta, por parte de las autoridades, la imposición de vedas que no resuelven el problema ni las necesidades sociales.
La gente está descapitalizada
Una gran proporción de la población vive al día. En las áreas rurales no pueden asistir a reuniones informativas porque si no van a trabajar, a cortar leña, a cazar o a pescar, no hay para comer, ante esta situación económica, la población está muy proclive a emigrar o a ingresar a actividades delictivas para sobrevivir. El tejido social está roto y no se ve cómo remendarlo.
Por ello, requerimos formar líderes que dirijan el desarrollo de los pueblos. Se necesita que los niños y jóvenes tengan una verdadera formación sobre las reales necesidades de sus comunidades, el mejor conocimiento de los recursos y potencialidades existentes las cuales, hoy en día, no existen y que la escuela no enseña.
También se requiere que haya políticas públicas encaminadas a conocer la realidad de la población, diagnósticos y una planeación conjunta con los liderazgos comunitarios. Verdaderas políticas y no solo programas de maquillaje, apariencia o relumbrones mareadores.
Urge formación de líderes
En la formación de líderes hay que apoyar a los jóvenes a identificar, desarrollar y aplicar sus talentos. Una verdadera orientación vocacional relacionada a las necesidades comunitarias y sectoriales, existentes o previsibles. Cada comunidad debe formar un equipo de profesionistas de acuerdo a sus recursos, requerimientos, potencialidades y anhelos.
Necesitamos una formación práctica de nuestros líderes en las problemáticas de nuestra época sin perder la perspectiva del futuro.
Crear una política de servicio social que permita fortalecer el sentido humanitario de las profesiones, conocer la realidad y establecer relaciones laborales con base en la solución de problemas. Un servicio social que ponga a nuestros jóvenes a sacar copias, es tan inútil como indigno a menos que vayan a seguir esa línea empresarial.
La formación de líderes para reconstruir el tejido social debe considerar la preparación de profesionistas que en su último semestre hagan estancias de uno a tres meses en empresas o instituciones de comunidades, municipios, estados o países líderes. Una vinculación con los actores productivos nos dará el listado de necesidades. Solo en Puebla, en el sector agroalimentario hemos identificado más de mil 500 temáticas.
Por ello, si establecemos políticas publicas verdaderas y formamos líderes, podremos aspirar a resolver nuestros problemas en un plazo entre 8 y 18 años. Si no lo hacemos, seguiremos con la dinámica de echarle la culpa a otros y a las circunstancias hasta la eternidad.
*Director del Centro de Innovaciones Agroalimentarias Tropicales
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