En medio de la tempestad que inunda la vida pública propiciada por la ferocidad con la que los actores en la escena de todo signo partidista se han conducido en las precampañas, el edil de la capital, Luis Banck Serrato consiguió cosechar una flor que por lo pronto, parecía difícil de alcanzar.
Hace casi tres semanas, el 19 de enero que decidió mantenerse al margen de la disputa por una posición política, lo que parecía improbable ante la disyuntiva que tenía por el debate interno que sostenían dos facciones en su equipo de trabajo con opiniones contrarias, opuestas.
Un sector había considerado viable presentarse a competir en la boleta, aún a sabiendas de la dificultad jurídica por una lectura que apuntaba al reeleccionista y el riesgo inherente; mientras que el otro, más sensato sugería terminar la administración municipal y apostar por un buen sabor de boca entre los habitantes de la capital tras una gestión empática y eficaz. Ganó la prudencia.
Banck Serrato había sugerido la semana pasada abstenerse de polemizar desde la perspectiva del terreno partidista un asunto municipal. “Es normal que haya polémica, siempre y cuando haya un debate a la altura y en favor de la ciudad, bienvenida la discusión”, había dicho.
En la antesala de su informe de gobierno la hipotética condición de edil y jugador por un cargo de elección lo habría convertido en un rehén político al calor de la contienda. La masacre estaba cantada. En cambio no fue así.
Un primer logro fue haber conseguido la unanimidad en la sesión de Cabildo para aprobar el formato del informe de gobierno, previsto para ser realizado en la junta auxiliar La Resurrección, y no es cosa menor así como pinta el panorama electoral.
De los regidores en la lista de posicionamientos para el 15 de febrero apenas se alcanza a ver con cierta combatividad la regidora independiente Luz Ronquillo y la priista Karina Romero, dueñas ambas de una rectitud pública y reputación política; sin excesos ni estridencias.
Libre de sospecha en la arena pública, Banck Serrato podrá promocionar el resultado de su trabajo como le permite la ley, sin que haya lugar para una acusación directa. Y eso ya es ganancia.
La decisión anunciada el 19 de enero pasado, lejos de debilitarlo, terminó por vacunarlo contra el síndrome del futurismo y la diatriba que abunda por estos días.
El logro alcanzado no es definitivo, pero si la sobriedad y el equilibrio prevalecen en este funcionario público a lo largo de la contienda, podría ser ejemplo de virtudes públicas en un perfil que claramente se identifica con un poderoso grupo político, lo cual arroja un rédito adicional que no todos han podido conseguir.