El desencanto y la distancia en Nueva York respecto del proceso electoral mexicano, y particularmente por el que está por comenzar en Puebla, no sólo no es metáfora, es realidad que pesa como cada uno de los dólares que aquí gana la comunidad latina.
La elección mexicana para la renovación del poder público genera desprecio por razones de índole estrictamente sentimental: fue el sistema que los echó de sus comunidades para traerlos a esta ciudad, una de los más cosmopolitas en el mundo, pero también de las más deshumanizadas.
Antítesis del espíritu solidario de nuestros pueblos en México, la Mixteca profunda poblana, aquí el capital lo domina todo. El trabajo del hombre al servicio de la rentabilidad y los dólares.
Sólo este año la ciudad de Nueva York tiene un presupuesto de 75 mil 500 millones de dólares. El estado en conjunto casi 160 mil y es por mucho una bolsa de dinero que ya la quisiera la Ciudad de México, por ejemplo.
Aunque es fácil encontrar paisanos en distintos ámbitos de la productividad, Nueva York es también referencia para entender el enojo con las autoridades mexicanas.
Aquí no entusiasma ni la figura de Andrés Manuel López Obrador, el líder de Morena que ha sabido capitalizar la ira social general en México.
De Luis Miguel Barbosa Huerta, el candidato de ese mismo partido en Puebla, ni asomo tienen de su existencia, y eso que la comunidad de este lado es popularmente conocida como Puebla York. No lo desprecian porque no lo conocen.
De la candidata de Por Puebla al Frente, Martha Erika Alonso tienen una mala opinión, más por el esposo Rafael Moreno Valle cuya impopularidad, ahora se sabe, consiguió cruzar la frontera e instalarse en la Gran Manzana.
Un grupo de mexicanos hace política a su modo: hablan a cuentagotas del proceso electoral en México y también de los jóvenes muertos, los de Jalisco que estudiaban cine y los de 2014, en Iguala, en Guerrero. Ya no es un enojo arrebatado pero sí la convicción de que algo tuvo que ver el Estado.
En medio del estallido luminoso de enormes pantallas colocadas en lo alto de los edificios de Times Square, rodeados de gente de Brasil, India, Italia o Francia, hablan del proceso electoral, molestos, pero casi indiferentes.
No tienen mucha esperanza de que el sistema que los echó de sus tierras vaya a cambiar. Tampoco esconden ese sentimiento, con tristeza y con desgano.
Y se van con sus banderas de México, las cartulinas con los rostros de los 43 muchachos muertos de Ayotzinapa y la convicción de que el próximo 26 de mayo irán a la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas. Tal vez entonces lleven una manta que este jueves falto en esta zona, a unos metros del glamour de Brodway: la del #GóberBala. Tal vez.