Justo en siete semanas, amaneceremos sabiendo quiénes serán nuestros nuevos gobernantes, particularmente en Puebla, tendremos nuevo presidente, gobernador, alcalde y legisladores.
Sin embargo a menos de 50 días, la realidad es que la elección de cargos en Puebla es verdaderamente incierta.
No es casual tanta tensión entre los diferentes equipos de campaña, que termina en muestras de auténtica desesperación.
El debate propuesto por el Consejo Coordinador Empresarial, en conjunto con la Ibero-Puebla, era el escenario idóneo para medir no sólo propuestas y capacidades, sino también estados de ánimo.
En estas guerras electorales en las que el arte del engaño se convierte en parte fundamental de las estrategias de cada candidato, en donde buscan generar percepciones en el electorado.
De acuerdo con las circunstancias de cada candidato, unos buscan generar la percepción de ser inalcanzables, otros que están en la pelea y otros que están aún en posibilidades de hacer el milagro.
Ya sea con encuestas, con medios y plumas pagados y con publicidad excesiva, cada estratega hace hasta lo imposible para generar percepción.
El problema viene cuando la percepción se generaliza en torno a que uno de los candidatos es inalcanzable. Que la elección ya está decidida y que el resto de la campaña es una pérdida de tiempo.
Eso ha sucedido con Andrés Manuel López Obrador y eso mismo intentan generar en Puebla tanto los equipos de Luis Miguel Barbosa como Martha Erika Alonso.
Sin embargo, hasta este momento la percepción estatal es de que la moneda sigue en el aire.
Para algunos, la efervescencia llevada a niveles mesiánicos de Andrés Manuel López Obrador mostrada en cada visita a Puebla es la señal inequívoca de que el candidato presidencial cargará con todos sus candidatos y que la diferencia con la que ganará la elección hará imposible que el voto diferenciado o cruzado los margine de un triunfo colectivo.
En contraposición, en el búnker azul, la estrategia se sustenta en estructura y su voto duro. Entre ambos, el morenovallismo suma 750 mil votos en Puebla, lo cual obliga a Martha Erika a conseguir por cuenta propia otros 250 mil sufragios, que tendrían que salir de entre las mujeres y ciudadanos no partidistas. Y aunque su escenario es sumamente complejo, la percepción entre los suyos es que la estructura representa una garantía de triunfo.
De ahí que en ambos equipos, su percepción es de condición de triunfo.
Y pese a todo, ninguna de las dos estrategias ha logrado que la percepción sea generalizada de ser inalcanzable se cargue para alguno de los dos candidatos.
No es casualidad que se publiquen y se presuman encuestas tan disparatadas entre ambos candidatos.
Quizá el debate del CCE podría haber abierto y definido desde ahora la elección.
Por precaución, estrategia o miedo, la decisión de que tres de los cinco candidatos declinaran la invitación, no fue personal, sino del personaje que se aferra a mover los hilos políticos de este estado. Para eso son sus candidatos. O cuando menos, es lo que él cree.
Lo realmente importante es que la percepción sigue siendo de que a siete semanas de la elección, la moneda sigue volando. Pero insisto, tanta tensión no es casual.