Nunca como antes, hoy la insurrección anida en las filas del magisterio institucionalizado, ubicado detrás de la dirigencia sindical de Juan Díaz de la Torre en el plano federal y a nivel local, con Alejandro Ariza, en la sección 23 y Jaime García Roque, en la 51 en Puebla.
El primero es un entreguista al priismo; los segundos, agachones ante los intereses del ex gobernador Rafael Moreno Valle.
Pero también sucede con los conversos, los que buscan la santificación a través del cambio de rumbo político, hacía la izquierda de Morena y sus aliados, como el dócil Guillermo Aréchiga Santamaría.
Unos y otros, ladinos y escurridizos, han evitado en todo momento expresarse abiertamente ante medidas impositivas en el SNTE para apoyar a candidatos que no han sabido corresponder a sus expectativas.
José Antonio Meade del PRI y Martha Erika Alonso Hidalgo del PAN, por ejemplo.
Hasta donde más se atreven es a lanzar anónimos a través de redes sociales como WhatsApp y cuando se solicita un testimonio vivo, callan vergonzantes.
La cultura de la línea anida como siempre entre el magisterio, esa enorme porción del voto corporativo del que se ha servido PRI y PAN.
La más significativa expresión de enojo vino cuando el notario hecho candidato a gobernador por Nueva Alianza en Puebla, Alejandro Romero Carreto decidió declinar por Alonso Hidalgo. Como en la era de la Revolución Mexicana, ahora los próceres de la educación lanzan anónimos… desde redes sociales.
Un “Mtro Carranza, región Puebla Cholula” decía la semana pasada: “encabrona a mas no poder la actitud de estos personajes del SNTE. ¿De cuál mejor propuesta está hablando este sujeto que dice mandar en el PANAL? Eso dijo Luis Castro, que Martha Erika tenía la mejor propuesta para Puebla cuando fue a ponerse de rodillas ante ella”.
Y así las expresiones tímidas y timoratas desde un anonimato mal disfrazado en un gremio lastimada ayer y humillado hoy. Es el caso del candidato de Juntos Haremos Historia al distrito 9, Guillermo Aréchiga Santamaría, a quien tampoco se le conoció decisión ni determinación para enfrentar el avasallamiento del morenovallismo.
Por algo la falta de legitimidad es una de las más importantes asignaturas en este personaje que lo mismo ha militado en el Partido Revolucionario Institucional, Nueva Alianza y ahora se quiere beatificar a través del Movimiento de Regeneración Nacional. El enojo es tan intenso que en Nueva Alianza y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la afrenta crece.
En la disidencia magisterial, en cambio, el reclamo es abierto, frontal. “No creemos en Aréchiga”, dicen y hay un conjunto de preceptos que deja mal parado al hombre que sirvió por igual a Moreno Valle que a Elba Esther Gordillo Morales. “Los militantes del PANAL pidieron su expulsión por apoyar la campaña de candidatos de otros partidos”.
Los dardos envenenados también apuntan a un presunto enriquecimiento a partir del manejo de recursos proveniente de las cuotas de los trabajadores. También por abuzar de la fuerza pública como funcionario del Ayuntamiento de la ciudad de Puebla en contra de movimientos sociales.
Los tiempos del magisterio, el institucional bajo las dirigencias de Díaz de la Torres y de los líderes locales Alejandro Ariza y García Roque no son los mejores. Y lo mismo sucede con este converso a la izquierda, para quien la divisa de estar del “lado correcto de la historia” parece ser suficiente.