La historia de Guillermo Aréchiga Santamaría está plagada de dobleces políticos, saltos de un proyecto a otro y simulación, mucha simulación para conseguir reacomodos estratégicos con dos propósitos personalísimos: seguir a pie juntitas el proyecto de la ex presidenta del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales; y dos, el beneficio propio.
Con esas prendas irá a la elección del próximo domingo 1 de julio, como candidato de la coalición Juntos Haremos Historia por el distrito 9, posición a la que llegó de la mano de Gordillo Morales, la figura pública más representativa de la corrupción y el sindicalismo charro en México.
El 5 de abril, en una entrevista para el diario Síntesis, un impoluto Aréchiga Santamaría respondía por ejemplo que “no soy palero de nadie, siempre he trabajado para vivir y nunca he robado un peso”, dijo a la reportera Elizabeth Cervantes.
Olvidó el bochornoso episodio cuando el presidente municipal Luis Banck anunció su cese como asesor del ayuntamiento capitalino, cargo por el que cobró hasta marzo de 2017, 60 mil pesos mensuales. La suya siempre ha sido una trayectoria que tiene que ver también con pesos y centavos... y tráfico de influencias para colocar a los suyos, aún sin perfil, en la nómina de la burocracia dorada federal.
El 11 de febrero el periodista Fabián Robles Medrano publicó en las páginas de La Jornada de Oriente, en Tlaxcala que al ahora candidato de la coalición Juntos Haremos Historia en Puebla, le había bastado “menos de un año como funcionario de primer nivel del ISSSTE para imponer sin desdoro alguno, a su hijo y a su hermano como subdelegado de prestaciones del instituto en Tlaxcala y Puebla, respectivamente.
“Y que en el caso de su hermano Benjamín Marco Antonio y su vástago Jesús Guillermo subdelegados de prestaciones (...) el sueldo base es de 14 mil 916 pesos más una compensación garantizada de 412 mil 113.15 pesos”.
El padrino de ambos funcionarios había llegado a esa responsabilidad a propuesta de Miguel Ángel Yunes Linares, hoy gobernador de Veracruz y uno de los ahijados políticos de Elba Esther Gordillo, que también apadrinó a Rafael Moreno Valle.
Haber transitado de la militancia priista a Nueva Alianza y ahora en la coalición de Morena-PT-Encuentro Social requiere de habilidades declarativas que devienen en malabarismos como las del abanderado a diputado federal por el distrito 9. No resisten la más elemental revisión a su pasado reciente y eso lo hace vulnerable, impresentable.
El 28 de febrero de 2013, unos días después de la aprehensión de Gordillo Morales por parte de la PGR, el sitio SDPnoticias.com publicó declaraciones como coordinador de la bancada del PANAL en Puebla que vuelven a pintar de cuerpo entero: “Nueva Alianza es un partido constituido por ciudadanos responsables, por individualidades que tienen su propia carrera política y estoy seguro que esto va a permitir que (...) siga adelante en su proyecto de asociación con partidos”, de los que ahora despotrica como el PAN, PRD y Compromiso por Puebla.
Hace unas semanas en el programamos #DLN que conduce el periodista Enrique Núñez y el autor de esta columna desaprobó el uso de los Proyectos de Prestación de Servicios, mecanismos de financiamiento privado para obra pública, como la construcción del Museo Internacional del Barroco y la concesión de los servicios de agua.
¿Cuándo se decidió a romper con el grupo de Rafael Moreno Valle?, se le preguntó con insistencia al conocer de la candidatura que obtuvo a través del madrinazgo de Gordillo Morales. “Cuando se decidió tomar otro rumbo decidí tomar distancia, se alejaron del proyecto para trabajar por Puebla, por eso estoy en esto”, suele responder ufano.
En realidad, dilató ocho años en darse cuenta que el proyecto al que se subió no era el más recomendado para Puebla y sus habitantes. Como miembro de la LVIII Legislatura en donde llegó a presidir la Junta de avaló la contratación de PPS para diez municipios —bajo el mismo esquema que permitió el endeudamiento para el Barroco—, y también la concesión del agua.
La votación mayoritaria fue de Nueva Alianza, la bancada que él coordinaba y sus aliados, incluida una parte del PRI y Verde.
La trayectoria de Guillermo Aréchiga nada tiene que ver con las más nobles causas de Puebla ni de México. Sus vínculos con los poderos están a la vista y como ha sucedido en el pasado, volvió a colarse para darle continuidad a su proyecto personal.
Como ahijado de Elba Esther Gordillo supo cuando en 2008 se decidió obsequiar 59 camionetas Hummers, valuadas entonces en 500 mil pesos, a los líderes magisteriales del país. No hubo oportunidad de ver a las maestros como raperos neoyorquinos, porque el escándalo llegó a tal nivel, que se debieron rifar y la utilidad usada en remozamiento escolar. Aréchiga guardó silencio cómplice.
El periodista Ricardo Raphael escribió un libro preciso y punzante sobre Los Socios de Elba Esther, en donde narra que “ella cuenta con red más eficaz de operadores territoriales, administra, sin rendirle cuentas a nadie, cuantiosos recursos económicos (...) y ha sido cómplice de los últimos presidentes de la república para influir en los resultados de los comicios.
“Porque el candidato del distrito 9 forma parte de esa red eficaz de operadores territoriales es que ha preferido callar ante datos incontrastables como los tristemente célebres bolsos Louis Vuitton, valuados en 3 mil 500 dólares (unos 50 mil pesos al tipo de cambio); los depósitos de 2 millones de dólares a sus tarjetas de crédito para la compra de prendas de vestir de firmas como Carolina Herrera, Michel Kors, Stella McCartney, Armani y Burberry”.
Con esa imagen pública el candidato de Gordillo Morales no tuvo empacho en subir al templete en donde López Obrador encabezó el cierre de campaña, el candidato que ha hecho del discurso anticorrupción un estandarte hasta colocarse en la cima de la preferencia electoral para la elección del próximo fin de semana.