La maquinaria está en marcha. La divisa es bajar al puntero de las preferencias electorales. En el último tramo, sembrar el odio, el mido y la desazón es prioritario. La evidencia está en las nuevas piezas propagandísticas que el partido de Enrique Peña Nieto, el PRI, mandó a pautar.
Si en el plano nacional el tono ha sido el mismo, en el escenario local las cosas no cambian mucho. Uno y otro buscan sembrar los peores sentimientos entre un electorado que desde hace semanas parece haber decidido el rumbo del proceso que termina el próximo 1 de julio.
La pieza que el Partido Revolucionario Institucional de Puebla hizo pautar no admite duda. Fondo negro y un súper en blanco con rojo: “Fuertes declaraciones de Luis Miguel Barbosa”, mientras una voz engolada lee el mensaje y un fondo musical tenso imprime eso: estridencia.
Corte al fragmento de una entrevista del candidato al gobierno del estado de la coalición Juntos Haremos Historia, el ex coordinador de los senadores del PRD que consiguió imponerse en la interna por sobre el académico Enrique Cárdenas, ex coordinador del Centro Espinosa Yglesias; o del ex priista, Alejandro Armenta, abanderado al Senado.
“AMLO está ganando espacios quedándose callado. En fin, es su estrategia, así lo conocemos, así lo conoce México”, dice Barbosa Huerta que ya había sido exhibido hasta por los seguidores de López Obrador cuando desde la tribuna senatorial tuvo los peores adjetivos para quien ahora ve como el futuro Presidente de México.
La pieza propagandística del PRI poblano ya está en la pauta del Instituto Nacional Electoral. Se trata del último esfuerzo por imprimir una nueva, pero claramente advertida estrategia para abonar a quien parece mejor colocada en la ruta de la pelea por el triunfo en la elección dentro de cuatro días.
La pregunta largamente formulada desde hace meses, por fin tuvo respuesta: el PRI local terminó por concretar un acuerdo con el grupo que domina el Partido Acción Nacional desde que Rafael Moreno Valle arribó al poder, para hacer la tarea sucia.
La plomería como forma de hacer política electoral. La campaña por comenzar evidencia un intento por socavar el capital político del nuevo actor en la escena pero deja con vida e intacto al otro adversario. El enemigo que desde 2010 humilló, intimidó o de plano compró a la clase dirigente del ex poderoso partido político, está ahora del mismo lado.
En plano nacional corren los priistas bajo la misma lógica. Sin posibilidad alguna, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI también hizo correr un nuevo spot que altera sentidos: caos, violencia y saqueo.
“Yo creo que Morena”, dice una joven para luego afirmar que en el país “hace falta un cambio”.
Una voz en off nos recuerda que la campaña negra es moneda recurrente: “El peso se desploma, siguen las manifestaciones, no hay clases; se pierden 300 mil empleos”. La retórica del caos sigue un guión que ya conoce el electorado desde 2006, pero que ya no se traga por completo.
Nada importa para la clase priista que carga con el desprestigio y desprecio ante un cambio de paradigma que éste monolítico partido no advirtió, y que terminó por colocarlo ante la probabilidad de una derrota histórica en todos los procesos electorales.