La elección poblana no fue ejemplo honorable ante los ojos del mundo. Todo lo contrario, un bochorno generalizado.
La acción desplegada por grupos delictivos y de choque durante la jornada del domingo es una vergüenza de la que nadie se querrá hacer responsable, ni siquiera el orquestador evidente.
No importa que las evidencias apunten a un domicilio localizado en la zona residencial de Las Fuentes.
Tampoco que el gesto autoritario del inquilino lo haya hecho quedar como lo que en realidad es ante el país entero, el desdoro de la candidata Martha Erika Alonso.
Una prueba que no admite duda es la puesta a disposición de la Subprocuraduría de Procedimiento Penales y Amparo de la PGR de dos sujetos, de un total de ocho personas, que fueron detenidos por habitantes de la colonia Tres Cruces.
Eran los roba urnas que huían y volcaron cuando conducían una camioneta que ciertamente, perteneció a la Fiscalía General del Estado y que ya había sido dada de baja y llevada a un corralón.
Es la prueba más tangible de la presencia violenta de elementos ajenos a la competencia política y la organización de la elección. Decir lo contrario falta a la verdad y la inteligencia.
Una revisión detallada de la línea de tiempo de la jornada del domingo permitirá ver que la precisión con que se efectuaron los ataques se debió a una acción concertada.
Será elemento de prueba para que Luis Miguel Barbosa Huerta y su equipo de abogados encabezados por Santiago Nieto Castillo, ex titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales recurran a instancias jurisdiccionales.
Nieto Castillo había dicho al autor de esta columna que lo visto el domingo previo, fue la jornada más violenta de la que haya observado jamás. Haber reconocido como tal los hechos delictivos no es menor si viene de quien conoció múltiples procesos comiciales en el país entero.
El desaseo producido en el territorio poblano sugiere que el avance democrático fue un ideal que está lejos de concretarse, que la alternancia que llegó con Rafael Moreno Valle estuvo lejos de desmontar el aparato mafioso de control político y que las prendas democráticas que lució, fueron artificio retórico.
Y eso que hubo alarma cuando se llamó se habló de soltar al tigre si había asomo de fraude.
El responsable de la truculencia del domingo convertida en violencia política tiene nombre y apellido. Ni hace tanta falta especular.