El diablo está en los detalles… y en la Fiscalía General del Estado de Víctor Carrancá. La oficina con el mayor desprestigio volvió a ofrecer una prenda de la inoperancia y desorden que prevalece e involucra al propio titular, el #FiscalCarnal, a su Fiscal de Investigación Regional, Jaime Huerta, junto con la Fiscal Especializada de Combate a la Corrupción, María Eugenia Calderón Olimán.
La desaparición del cadáver de un muchacho de nombre Iván Conde Vargas, originario de Tepoztlán en Morelos de cuna humilde, volvió a poner al descubierto la obsolescencia en los métodos del trabajo de la dependencia que encabeza este #FiscalCarnal.
Los padres del joven muerto tienen la convicción del mal trabajo que se hace en la dependencia que no ha sido capaz de devolver el cuerpo del hijo muerto en condiciones insospechadas.
No sólo ignoran si los restos del joven que llegó del vecino estado para estudiar Psicología en la escuela Carl Rogers de la zona de Analco, en el centro histórico de la capital, están en una fosa común de la capital o de Izúcar de Matamoros en donde se reportó al desconocido número 10.
La familia adolece de información sobre la forma en la que murió su hijo, pues de la necropsia practicada se ignora. Existen dos personas clave que podrían determinar lo sucedido con este joven que desapareció desde junio de 2017 y que sus padres, con la ayuda de una red de agrupaciones dedicadas a la búsqueda de personas desaparecidas, encontró entre las fichas de la propia Fiscalía General del Estado exactamente un año después.
Se trata de la joven Ivette Guzmán Ortega, su pareja sentimental que reportó a la desaparición haciéndose pasar por la casera que le alquiló el departamento en la cerrada de Violeta edificio 8919 interior 402 de la colonia Mateo del Regil, para después ser descubierta como su pareja sentimental.
Otro actor que se desvanece con el paso del tiempo es Edwin Rodríguez Figueroa, amigo personal de Ivette Guzmán y quien probablemente fue el último personaje en ver vivo a Iván Conde, el 4 de junio de 2017. Bajo ninguna circunstancia han sido llamados a declarar por el agente del Ministerio Público.
Existen otros dos hermanos de la novia que habitaban en el departamento 402 de Mateo de Regil, a quienes tampoco se les llamó a testificar.
Los padres del muchacho muerto, Susana Vargas Torres y Eleazar Conde Torres fueron quienes hicieron indagatorias elementales, sin más preparación que el sentido común y el dolor por el largo periodo en el que no hubo señales sobre el paradero de quien hoy saben muerto.
La denuncia ante la Fiscalía Especializada de Combate a la Corrupción, cuya titular fue presentada con bombo y platillo por un desprestigiado Carrancá Bourget el 2 de agosto, descansa en un cajón del edificio sin más efectos que los que la indignación familiar que ahora es compartida por quienes han conocido del caso.
Imposibilitada y atada de manos, la instancia que debía cuidar las manos a los servidores públicos de las diversas áreas de esa dependencia fue ignorada por la oficina de Jaime Huerta, el Fiscal de Investigación Regional. En el colmo de los despropósitos, no fue siquiera esta área de imponer medidas de apremio o amonestación alguna cuando lejos de recibir el informe de las indagatorias sobre el cuerpo del joven morelense, sólo ha habido silencio.
Casos como el de la familia morelense refrendan la existencia de una conducta omisa, y en consecuencia, delincuencial en las oficinas del #FiscalCarnal. Es una lástima que en la activa campaña de orientación ciudadana a través del Twitter @FiscaliaPuebla no haya un solo consejo para combatir a funcionarios que propician impunidad y dolor entre gente sin mayores posibilidades que su coraje y dignidad frente a la insensibilidad de la pandilla que anida en el edificio de la 31 Oriente y Bulevar 5 de mayo.