La salida de Víctor Carrancá Bourget de la Fiscalía General del Estado comenzó desde el jueves de la semana pasada, cuando se ordenó preparar la entrega-recepción y desde entonces trabajó para dejar como herencia a Fernando Rosales Solís, un incondicional que se encuentra al frente del área de delitos de alto impacto.
Las pujas entre los grupos de poder llegaron a un punto ciego, dejar en el encargo a un incondicional como Rosales o dar un golpe de timón que no obedeciera más a la línea marcada desde la residencia de Las Fuentes, el ámbito de poder de Rafael Moreno Valle.
El historial de oprobio de este abogado traído a Puebla por el ex mandatario es bastante extenso. Regresar a los casos en los que se crearon presuntos culpables, las patrañas inhumanas en torno al homicidio de José Luis Alberto Tehuatlie, el niño de Chalchihuapan o largas ausencias por sus recurrentes viajes será siempre indispensable para entender la condición que acompaña a quien se asumió como el protector de Moreno Valle.
Uno de los casos más recientes que dibuja de cuerpo entero a Carrancá y a sus más cercanos funcionarios, algunos de ellos considerados como probables sucesores, tuvo que ver el 14 de agosto cuando el reportero habló con una familia originaria de Tepoztlán, Morelos a quien le hacían perdedizo el cadáver de un hijo muerto en Puebla http://www.parabolica.mx/2018/columnas/parabolica/item/9129-fiscalcarnal-y-su-pandilla-genera-dolor
Ahí están Jaime Huerta, Fiscal de Investigación Regional y María Eugenia Calderón Olimán, titular del área de combate a la corrupción, dos de los casos más de emblemáticos de ineficacia y sordera ante el dolor ajeno.
Y sin embargo la enorme indignación social no fue lo que tiró al ex Fiscal, sino haberse puesto en la mira de dos féminas con poder creciente como Martha Erika Alonso, gobernadora electa y Dulce Silva, futura esposa de César Yáñez, el más cercano colaborador de Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México.
Con la panista se puso a tiro cuando en la primera semana de junio, en plena campaña, fueron ejecutadas Juany Maldonado y Erika Cázares, militantes del Partido Verde. Obligada o por convicción propia la candidata del Frente por Puebla colocó un tuit demandando la renuncia de Carrancá, ya rebasado por el clima violento.
De los responsables del doble crimen nada se ha sabido, aún y que se trató de un crimen de alto impacto por el perfil de las víctimas y el momento de la ejecución.
A Dulce Silva la llevaron al penal de San Miguel bajo un cúmulo de cargos que luego se desvanecieron, pero su estadía en el penal de Puebla estuvo marcado por abusos y acoso del que aún recuerda el personal de custodio con pelos y señales.
Carrancá Bourget hizo un último esfuerzo por quedarse en el encargo que le dio Moreno Valle a través de un dócil Congreso. Dio entrevistas, cobró vigor inusitado en redes sociales y hasta salió de su oficina para hacer giras con funcionarios estatales.
Nada sirvió, su destino estaba sellado pues agravió a dos de las mujeres de más influencia en círculos de poder local y federal. Esas facturas de pagan a costos mayúsculos, sin plazos ni parcialidades.