La hegemonía e influencia de Rafael Moreno Valle se redujo a casi nada en las primeras horas de este lunes. El inicio de esta semana deberá ser recordado como el arranque de una jornada negra para la causa política que comenzó la caía en una espiral a la que aún no se le conoce fondo.
Y lo peor, de los únicos interlocutores con el nuevo grupo hegemónico, ninguno parece garantizarle un acercamiento sólido con el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador que ha dado claros y sólidos mensajes de cambiar la correlación de fuerzas en favor de quienes resultaron más afectados por los grupos de poder, como el del morenovallismo.
Notoriamente han sido fallidos los intentos por cabildear en diversos frentes. Con el coordinador de la bancada del Movimiento de Regeneración Nacional en el Senado, Ricardo Monreal Ávila, a quien buscó recientemente; lo ha hecho con Esteban Moctezuma Barragán, el puente de plata entre el ex gobernador y grupo Salinas y futuro secretario de Educación; lo mismo ha sucedido con el empresario Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia; y hasta con Luis Maldonado Venegas, ex diputado del PRD.
Los nubarrones que presagiaban tormenta aparecieron cuando en menos de 40 minutos de duración de la sesión solemne en la que sería votada la Mesa Directiva en el Congreso local su presencia quedó reducida al ridículo, con todo y su estratega digital, rebasado por la realidad reinante.
Nada tan humillante en años, celebrado por la gradería del Legislativo, un rebaño que abandonó la sala de sesiones en la primera sesión en la que se vieron las caras. La nueva adquisición del nuevo partido Morena, Héctor Alonso Granados dijo desde la tribuna: venimos de negro al velorio del dinosaurio panista que nos gobernó. Más carcajadas y aplausos.
La mayoría aplastante de Juntos Haremos Historia, en la que están aliados Morena, PT y Encuentro Social se salió con la suya, lo que en la práctica resultó en la primera victoria.
Por primera vez en la historia reciente los integrantes del bloque afín al ex gobernador no pudieron salirse con la suya, debieron recoger lo que quedaba de su orgullo grupal y abandonar la breve sesión solemne e irse a sanar heridas provocadas por la primera batalla de la que resultaron perdedores.
Paráfrasis del apotegma de campaña: Lo peor estaba por venir.
Más tarde a través de las cuentas de Twitter de Marko Cortés y Héctor Larios se consolidaba la especie que había sido adelantada: habrá una planilla única integrada por el primero y segundo para presidente y secretario, con un Moreno Valle como testigo mudo del reparto del pastel de poder en el Partido Acción Nacional.
Otra vez volvió a perder y todo parece indicar que correrá la misma suerte para coordinar los trabajos del grupo senatorial panista, pues el mecanismo de voto directo entre el grupo legislativo lo deja en desventaja frente a otros perfiles con mayores probabilidades.
Infructuoso y altamente costoso el intento de ser candidato a la presidencia de la República; luego la dirigencia nacional de un partido en el que no ha terminado de encajar; y el más reciente, su última carta, la secretaría general que también se le esfumó de las manos.
Con las tres derrotas consecutivas Rafael Moreno Valle empieza a perfilarse como el nuevo príncipe del fracaso si es que llega a una cuarta derrota desde que dejó la gubernatura en 2017, hace casi dos años.
De 2011 a 2018 no sólo mandó en órganos de gobierno, sino en ámbitos que en cualquier democracia que se haya preciado, resultaba una ofensa. La intromisión obscena fue la constante. Por la buena o por la mala, siempre había conseguido doblar a legisladores rebeldes, o cualquier otro opositor.
El hijo del general y cirujano que gobernó de 1969 a 1972 con mano de hierro, no supo nunca de asepsia política. Pagará caro por sus arrebatos que dejaron múltiples ofensas, humillaciones y enojos. Las señales están a la vista y quien no quiera verlas, será porque no ha abierto los ojos.
Los días difíciles para Rafael Moreno Valle y sus seguidores apenas comienza. Lo sucedido hoy en los espacios legislativos y partidistas es apenas el comienzo de una caída a la que todos están convocados.