Si retrocedemos unos meses en el tiempo y observamos el escenario político de nuestro país, coincidiremos en que López Obrador era Morena y Morena era López Obrador.

No se puede concebir la elección sin este exitoso amasiato. Nacieron el uno para el otro. Morena fue la Esperanza de México, encarnada en un solo personaje de nombre Andrés Manuel.

Sin embargo, como a un sinfín de parejas, todo empezó a cambiar en el momento de la consumación.

Morena no estaba preparado para mantener esa cohesión sin la presencia de AMLO.

Es más, Morena nunca fue visto por Andrés Manuel como un partido, sino como el instrumento para alcanzar su objetivo.

El hoy presidente electo no cree en los partidos y de ahí que haya dejado en una especie de abandono al Movimiento de Regeneración Nacional.

Hoy no sólo no lo necesita, sino que por momentos le estorba y le incomoda.

Los legisladores federales y locales antes que de Morena, son de AMLO. Le pertenecen.

Y los alcaldes también.

En cambio, Morena no da otra cosa que problemas. No es casual que hoy, los autollamados puros, sean los que más dolores de cabeza le generan a López Obrador.

No es gratuito que los verdaderamente cercanos a AMLO, estén incorporados al gobierno federal y estratégicamente algunos en las legislaturas; pero en el partido se quedó la pipitilla.

Todo indica que el partido será una herramienta de campaña que volverá a ser utilizada en tiempos electorales, con la ventaja de que él las intermedias de 2021 Morena volverá a contar con AMLO, ya que mañosamente ya se las ingenió para estar nuevamente en la boleta con el pretexto de la revalidación del mandato.

Sin embargo, en la práctica política, la ausencia de su líder moral empieza a causar serios estragos entre los militantes.

Lamentablemente, la falta de fuerza de la dirigente nacional ha provocado que Morena y sus dos partidos satélite —léase PT y PES— se gobiernen como un colegio Montessori, en el que todos hacen lo que se les pega la gana.

Lo que vemos en Morena Puebla, junto con sus dos partidos aliados, no es privativo de nuestro estado. Ya lo vimos en Morelos con la rebatinga de diputados; y en estados como Guerrero, Michoacán, Oaxaca y varios más, no cantan mal las rancheras.

La falta de liderazgos locales y nacionales traen de cabeza la política interior de muchos estados considerados como de alto riesgo por su endeble gobernabilidad; y al no existir una figura de respeto, el libertinaje político en el que muchos de sus personajes abusan, puede revertirse hacia la gobernabilidad nacional del futuro presidente.

Sin necesidad de dar nombres, los desatados políticos que hoy —como chivos en cristalería— vemos en Puebla, tienen sus respectivas réplicas en cada rincón del país.

Y con Morena convertido en Montessori, al que más podría perjudicar es a AMLO cuando intente tomar las riendas políticas del país.

Lamentablemente, en Morena parecen olvidar que no ganaron por méritos propios ni por los colores o ideales de un partido, sino por la confianza que el creador de este movimiento logró de 30 millones de mexicanos.

Pero como en todo Montessori, el padre le debe dar autonomía y confianza a los hijos, pero si no está al pendiente de ellos, terminan haciendo lo que quieren.

Así las cosas, si AMLO no ajusta a tiempo, esto se les saldrá de control y para entonces, puede ser demasiado tarde.

¿O será que eso es exactamente lo que quiere el tabasqueño?

 Veremos y diremos.