Una frase que desde los años ochenta escuché y se me quedó grabada en la mente, es la que rezaba: “terna sin Pacheco no es terna”.

En los tiempos dominantes del PRI, cada vez que en el círculo político se barajaban los nombres de los que podían ser candidatos a gobernador, de manera casi obligada, aparecía el nombre de Guillermo Pacheco Pulido.

Desde el año 99, cuando concluyó su gestión como presidente municipal, la presencia de Don Memo —como lo conocen sus amigos— en las ternas se hicieron una costumbre.

Su paso por prácticamente todos los cargos políticos de primer nivel en Puebla lo hacían siempre un aspirante natural a la gubernatura.

Quizá haya sido su imperturbable ortodoxia política, la que le impidió alcanzar la candidatura tricolor cuando menos en tres ocasiones distintas.

Después de haber sido diputado y Presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado y Magistrado Presidente del Tribunal Superior de Justicia en dos sexenios consecutivos, decidió apartarse de la vida pública tras su jubilación forzosa del poder judicial, dadas las limitantes legales por razones de edad.

Sin dejar sus desayunos políticos, Pacheco vio desde la barrera el sexenio morenovallista. Retirado de la acción pero nunca ausente de la información política, observó sigiloso la forma de gobernar de Rafael Moreno Valle.

En algún desayuno en el Sarnborns de Angelópolis, me hizo un breve análisis del por qué el nieto del general actuaba de esa forma.

Seguramente, para un político de la vieja guardia como Pacheco, le resultaban inconcebibles las prácticas de Rafael.

Un personaje como don Guillermo que actúa con el librito de la política en la mano y que busca siempre aplicarlo, no comprenden cómo alguien pueda romper con todas esas reglas no escritas, con tal de alcanzar su objetivo.

Un auténtico choque del pragmatismo contra la ortodoxia política.

Seguramente en su retiro, Pacheco jamás imagino gobernar Puebla a sus 85 años, cuando por las circunstancias y los intereses del poder, no pudo lograrlo en sus tiempos mozos.

Ahora, por un capricho de la vida, Guillermo Pacheco tuvo que sacar del vestidor uno de sus 50 trajes azul marino, desempolvarlo y preparar su arribo al Congreso del Estado para protestar el cargo de Gobernador de Puebla.

Su sueño de vida se cumplió. Desde ayer, dejo de ser el hombre de la terna eterna, para convertirse en el primer mandatario del estado.

Ayer quizá haya sido uno de los días más satisfactorios de los vividos en estas más de 8 décadas; sin embargo, a partir de ayer, pasó del sueño cumplido a los tiempo de no poder ni dormir.

Con su experiencia, sabe perfectamente que Puebla es un polvorín y que los poblanos le vamos a exigir resultados desde el primer instante.

La crisis política de Puebla necesitaba un hombre de experiencia, con mano firme y gran oficio político.

El colmillo retorcido de este viejo lobo de mar es indiscutible; no le vamos a enseñar a hacer chiles a Clemente Jaques.

Sin embargo, no es lo mismo la Puebla de hace dos décadas, que la Puebla huachicolera con seis millones de habitantes.

En medio año de gobierno, Pacheco Pulido deberá organizar una elección, mejorar la seguridad, transparentar el uso de recursos, estirar el presupuesto y recomponer la tensión ente los sectores sociales de Puebla.

Cómo poblano, le deseo que le vaya muy bien y que salga avante con este enorme compromiso; pero como analista político debo decirle también que se sacó la rifa del tigre. Un tigre muy hambriento por cierto.

En seis meses sabremos de qué madera estaba hecho don Guillermo.

Veremos y diremos.