El ex fiscal antisecuestro Fernando Rosales Solís se va de la esfera pública con una cauda de información privilegiada de quienes fueron considerados enemigos del régimen dictatorial y plutocrático de Rafael Moreno Valle, fallecido el 24 de diciembre pasado.

Eficaz para obtener geolocalizaciones, conversaciones privadas y hasta presuntas listas de periodistas ligados a la delincuencia organizada —en la que curiosamente aparecemos un grupo crítico frente a ese modelo de poder—, también supo vender una imagen de implacable investigador del crimen. Nada más falso.

Fugaz responsable de la Secretaría de Seguridad Pública, evidenció pronto de qué estaba hecho. Si desde la Fiscalía General del Estado había presumido ser el “mejor policía de México”, en el edificio del C-5 de Cuautlancingo ofreció resultados mediocres.

No sólo desbordó la actividad criminal en cada rincón del estado: robo de autos con violencia y autopartes; asaltos en casa-habitación y transeúntes; atracos a comercios y asaltos en carreteras estatales; violencia en las calles y barrios.

En el breve tiempo en que estuvo como titular de la seguridad de Puebla consiguió lo que pocos policías de carrera han conseguido desde el alto mando: un rechazo unánime.

Cuando la tarde de ayer trascendió su salida de la dependencia, en realidad estaba siendo salvado por la campana, literal. Los policías de tropa, el área operativa preparaba una manifestación de inconformidad por los métodos de trabajo del funcionario que se distinguió por el mal trato hacía sus subalternos.

Una característica de la forma de humillación hacía el personal que trabajó en el área de secuestros y delitos de alto impacto fue el rechazo a seguirlo de la Fiscalía General a la Secretaría de Seguridad Pública. Con él perfumado ni a la esquina decían, hasta quienes llegaron a formar parte de su escolta.

La humillación fue el sello de Rosales Solís, protegido de Carrancá Bourget. En octubre de 2018 Parabólica se ocupó de los negocios hecho al amparo del cargo y de la red de protección que tejió, hasta dar empleo a miembros de su parentela, aún sin tener perfil idóneo.

Un grupo de agentes de la FISDAI buscó el autor de la columna para confiar las anomalías vividas por largo tiempo. Cansados física y emocionalmente, humillados decidieron romper la secrecía con la que suelen conducirse en un área estratégica para investigar delitos de alto impacto.

Obligados a cumplir jornadas extenuantes, sin derecho a más nada, llegaron a la cita sin teléfonos móviles ni aparato alguno que pudiera dejar un rastro que luego sirviera para documentar la “infidelidad”. Llegó Rosales al extremo de amenazar con consignar a quien medianamente decidía contradecir sus ocurrencias. Finalmente habían decidida en aquella ocasión a romper el silencio.

La tarde de miércoles se llevó a cabo la entrega de la oficina del secretario de Seguridad Pública del Estado. La presencia de un sujeto que sin escrúpulos espió periodistas, hizo crecer su emporio empresarial y ofreció resultados magros en un tiempo en el que se necesita la reconciliación de todos los sectores, es una buena noticia.