Encontré esta nota el miércoles mientras me debatía entre echarle un poco más de tierra a la insufrible temporada grande de la Plaza México y sus aburridísimas tardes dominicales, o buscar por otros senderos un tema menos agresivo a la vesícula. Como cazador con su perdiguero, escopeta montada, buscando por los portales electrónicos a qué apuntar el par de cañones, las noticias como palomas se me escapaban al vuelo. Cosas de una trascendencia para irse de espaldas, tanto que no me determinaba por ninguna. Aquí hay tela, me decía, pero no acababa por decidirme. Algo como “Apoteosis en Arandas”, en la que narran una tarde de triunfos inconmensurables que ya envidiarían Machaquito y Bombita, incluido un indulto en esa capital de la tauromaquia; o el encontronazo del arte que se dará en Mérida, Yucatán, donde los combativos Enrique Ponce y Joselito Adame se partirán el alma matando un bravísimo encierro de Marrón. También estaba entre las finalistas, la corrida de la Insurgencia en la que en San Miguel de Allende, los matadores Arturo Saldivar, Luis David Adame y Guillermo Hermoso de Mendoza se disfrazarán de Ignacio Allende, Juan Aldama –próceres nacidos en esa población- y de Mariano Abasolo, para partirle su mandarina en gajos no al general Félix María de la Calleja del Rey, sino a seis tremendos cornúpetas de De la Mora. No sé si capten el ácido corriendo por los renglones.
Ninguna noticia me convenció. Desesperado, incluso, pensé contarles una conversación reciente de sobremesa en la que, los que allí estuvimos, recordamos la corrida de doña Dolores Aguirre en Madrid. Media docena mansa y con peligro pero muy interesante, permitió que tres matadores que torean poco estuvieron a un nivel altísimo y, entre toros y toreros, en un viaje en el tiempo nos llevaron a principios del siglo veinte, cuando los coletas tenían que tener las piernas como ligas y una técnica muy depurada para no dejar las femorales ensartadas en un tornillazo. Aquella tarde, Rubén Pinar, Venegas y Gómez del Pilar estuvieron heroicos y, corazones invencibles, no sólo pudieron con el monumental encierro, sino que dictaron cátedras magistrales de pundonor y torería. Los que la vimos, acordamos que fue una de las corridas más interesantes y conmovedoras de nuestras vidas, de esas en las que las dudas se esfuman y se refrendan convicciones, ningún autoreproche en los adentros, o sea, que no me dije: José Antonio, quiérete tantito, ¿cómo te puede gustar esto?, por el contrario se reafirmaron creencias, como que el toreo es grandeza, que es el espectáculo más profundo, bello y luminoso del mundo, y que hay una distancia cósmica entre un torero de la calidad, entereza y valía de esos tres, capaces de lidiar toros de tal catadura, y un hombre común.
La nota que por fin elegí, dice que en Arabia Saudí, los jeques -que tienen dinero para comprar hasta una reservación en el cielo- han decidido estrenar afición taurina. Van a hacer suya la costumbre de correr los toros, que por cierto, ya los tienen allá y también hospedan a lo que ellos llaman especialistas españoles, con la intención de dar corridas de toros. La ciudad de Al Kasab es la candidata más firme a ser la sede tanto del encierro, como del festejo, del que todavía no se sabe nada. Lo han llamado “el famoso reto de los toros español”.
Si se mira bien, era lógico. Correr por las calles de Pamplona llevando tras de sí media docena de toros bravos, se convirtió en un ritual y en un deporte extremo acorde al sentido de nuestro tiempo, en el que se vale que muera o salga herido un ser humano, pero no un animal. Por ese motivo, a los encierros no se opone nadie y navegan viento en popa. El ejercicio de correr entre pitones es cada vez más cosmopolita. Lo de la pamplonada es el lado expansivo de la tauromaquia y sobrevivirá a las corridas por muchos años.
Para los adeptos a esta tradición, a partir del 2019, el circuito además de Pamplona y San Sebastián de los Reyes, entre lo más importante, incluirá el encierro árabe. Lo que planea el príncipe Turki al Sheij, comisionado a organizar el evento, será en plan muy serio y apegado estrictamente a la carrera, que se hará sin que se venda alcohol, porque si llevan el paquete completo de lo que pasa en Pamplona, Alá les va a dar fuego hasta por debajo de las orejas.