En tiempos en que la sociedad demanda una mayor empatía con respecto a las demandas generales, el Partido Acción Nacional en Puebla decidió atrincherarse en el radicalismo del conservadurismo, y al mismo tiempo, parece ir camino a la dispensa de un sujeto con claras inclinaciones misóginas en la función pública.

Si la presidenta de ese partido, Genoveva Huerta suponía que enviando a una fémina a la coordinación legislativa en el Congreso del Estado sería borrado del imaginario la bochornosa actuación de Inés Saturnino López Ponce, ex edil de Tecamachalco, la brújula y olfato político claramente tiene deficiencias.    

La víspera designó a una mujer con un claro vínculo con la extrema derecha para defender posturas políticas desde el Congreso del estado, en la persona de Mónica Rodríguez Della Vecchia, esposa de Pablo Rodríguez Regordosa, en lugar de un ineficaz Marcelo García Almaguer, quien de ser un integrante del círculo de poder morenovallista, se convirtió en un legislador del montón. Pipitilla, les dicen.

Así el PAN local pasó de la grandilocuencia y la frivolidad en la conducta de los integrantes del grupo político del extinto Rafael Moreno Valle al rancio conservadurismo de un conjunto de personajes en el que se encuentra la familia de Rodríguez Regordosa, el dirigente de ese partido en el municipio y promotor de su propia consorte.

Desde la legislatura federal pasada, el ex gobernador fallecido el 24 de diciembre con la caída del helicóptero en Santa María Coronango, entregó en pago de una factura política a Della Vecchia una diputación federal plurinominal, sin tener carrera política o trayectoria electoral.

Aunque pertenece a una de las familias custodias de El Yunque, según se relató en su momento en la revista Proceso (edición 1734), no tiene la mejor de las reputaciones. Ha sido acusado de violencia política de género, los regidores del municipio de Puebla dijeron en 2017 que no pagarían cuotas a “un dirigente corrupto” y los senadores priistas exigieron una investigación por presuntos actos de corrupción. 

La última vez que se le vio en público al matrimonio Della Vecchia-Rodríguez Regordosa fue en la reunión en la que legisladores locales y consejeros con Pamela San Martín, presidenta de la Comisión Temporal de Procesos Electorales en la sede del Instituto Nacional Electoral y funcionarios del organismo.

La ahora coordinadora del grupo legislativo utilizó un asiento dispuesto en la mesa de trabajo mientras que el marido fue enviado a gayola, perdido entre el sillerío colocado para ujieres y asistentes. Dirigió a distancia la actuación de la diputada local, con notable desconocimiento de lo que se acordaba en ese momento.

No es el único caso vergonzante porque el otro extremo está en el de Inés Saturnino López Ponce, el ex presidente municipal de Tecamachalco que milita en ese mismo partido político que pretende ser candidato a gobernador bajo las mismas siglas en la extraordinaria de medio año.

La fama y excesos de este personaje asemejan las de cualquier pintoresco protagonista de la filmografía mexicana que retrata los desafías a la ley y sentido común, por ignorancia y prepotencia.

La misoginia sistemática que los caracterizó y dio origen a investigación de parte de la Procuraduría General de la República, las comilonas para miles de invitados para festejar su cumpleaños, los viajes a países de oriente aún en condiciones de emergencia y hasta la megalomanía por conservar su nombre en el arco de bienvenida en Tecamachalco cuando ya su periodo había terminado, lo retratan de cuerpo entero.

La mala fama en uno y otro caso hace evidente la profunda crisis que envuelve al partido político llamado a ser el contrapeso al nuevo grupo político que aglutina el Movimiento de Regeneración Nacional-Partido del Trabajo-Encuentro Social. Que alguien se lo diga a la cúpula dirigente, que parece no entender esa nueva circunstancia.