La diputada federal Nayeli Salvatori ha tenido el periodo más aciago de las últimas semanas en un ámbito que le era cómodo, hasta que dejó de ser el talento estelar de los programas de radio producidos para un segmento de la sociedad sin mucha capacidad de discernir, pero sí para alentar el escándalo en YouTube, Twitter, Facebook, Instagram y Tinder.

Primero fue su súbita posición animalista y en contra de la industria taurina que la llevó a hacer un papel ostensiblemente deficiente en una mesa de especialistas con Joaquín López Dóriga en Televisa; luego fue la convocatoria a fumar marihuana en su casa en medio del debate por la legalización del enervante y más recientemente, el debate tuitero con Arne aus den Ruthen.

La cómoda posición que mantuvo Salvatori en sus años como reina de la radio en redes sociales terminaron. Se ha convertido, pues, en una legisladora de la que no existe seguridad si tiene claridad del papel que debería jugar en un ámbito con nuevos paradigmas que ni siquiera ayudó a construir.

Ayer lunes dio muestras de que el periodo de hastío llegó a la indigestión con un tuit que refleja el síntoma del hartazgo por la batalla interminable que mantiene cada vez que coloca un post y que genera discusiones con características más hostiles que en la Cámara de Diputados, y ya es decir mucho.

“... ansío cambiar mi país, pero más ansío más regresar a alegrar vidas a través de un micrófono. Soy solo (sic) una persona que no teme decir las cosas como son”, escribió con una sintaxis y razonamiento más comprensible en un estudiante del nivel de secundaria que alguien que participa en las comisiones de Radio y Televisión; en la de Juventud y Deporte; y Diversidad Sexual.

Caracterizado por el ácido talante, Den Ruthen arrastró ayer a la Salvatori a un espacio de discusión pública que ofreció una perspectiva a la que nos mantuvo acostumbrados desde sus espacios radiofónicos y que fueron celebrados por las audiencias juveniles aún proclives a la señal abierta: sin la preparación académica adecuada, presas fáciles de la manipulación y consumidores contumaces de fake news.

“Qué guapa diputada. ¿Me puede recomendar el lugar en el que le pintan las cejas? Necesito balizar un cruce peatonal muy peligroso”, puyó el tuitero a la ex reina de la radio.

Fiel a su personalidad en redes sociales, respondió la legisladora de Juntos Haremos Historia con un conjunto de emojis sonriendo acompañado de una sola oración: “ahora hasta mis cejas son un pedo jajajajaja”.

 


El nivel del debate público de Arne Aus den Ruthen con frecuencia raya en el límite de la indecencia, pero el de la mujer que fue reclutada para atraer el voto millenial puede llegar a la estridencia de un grupo de adolescentes en el salón de clases cuando el maestro ha tenido que ausentarse... El problema es pues, que se trata de una mujer adulta y diputada al Congreso de la Unión.

La capacidad de procesar la complejidad de los nuevos retos desde la Cámara de Diputados es un desafío permanente para sus integrantes. Unos muestran mayores dotes o se esmeran en rodearse de equiperos preparados para ello, otros, simplemente viven del escarnio perpetuo. Esa es Nay Salvatori, la mujer que hizo radio clasista, excluyente y para un público cautivo, inofensivo.

La actriz Carmen Salinas en la legislatura pasada fue blanco de la crítica mordaz de la oposición. Nay Salvatori pudo haberse heredado ese papel triste de la política nacional. La pregunta es si ¿alguien se lo habrá dicho o sugerido para evitar que siga haciendo de bufón de la Cuarta Transformación?