La contradicción rodeó desde el primer momento la caída del Agusta en donde viajaban la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo y el senador Rafael Moreno Valle, dos de las cinco personas fallecidas.

Tan irónica la tragedia que marcó la víspera de la celebración navideña, que hoy en día persiste la idea de un atentado o boicot.

El viernes de la semana pasada en el informativo estelar de TV Azteca, Javier Alatorre presentó el trabajo de investigación de la televisora de la familia Salinas para apuntar a un accidente y no a la mano interesada desde la cuarta transformación para quitar del camino a los Moreno Valle-Alonso Hidalgo.

Por la forma en la cual ambos personajes perdieron la vida no deja de ser una triste metáfora desde el ángulo que se le vea: juntos por una causa política, el mismo día en la víspera de la Navidad, cuando el advenimiento de un futuro prometedor ya se vía en el 2019.

La marca de la aeronave colapsada -Agusta- había sido el signo de un gobierno plutocrático, frívolo e insensible. Por eso resulta de una enorme contradicción que haya sido instrumento para que el destino pusiera punto final a una carrera política que ciertamente, iba en ascenso después de haber fallado en el intento de convertir a Moreno Valle en candidato presidencial.

No sólo eso, sino también fue una triste coincidencia que la gobernadora haya subido a ese helicóptero cuando ya traía agenda el 25 de diciembre, para entregar juguetes a niños en condiciones de vulnerabilidad y para la que había pedido no se invitara a medios, lo que parecía lógico después del cúmulo de actos propagandistas de la clase política que no deja de lucrar con la pobreza a partir de los más necesitados.

No fueron ajenos a ese cúmulo de contrariedades el capitán Roberto Coppe Obregón, a quien ya no se le vía con frecuencia pilotear las aeronaves, hasta ese día que decidió que era un buen momento hacer ese viaje relámpago a la Ciudad de México para atender asuntos personales y regresar más tarde, lo que nunca sucedería jamás.

Algo parecido sucedió con el asistente del senador, un muchacho de nombre Héctor Baltazar Mendoza y que ya no volvió con los suyos. Había dicho a su jefe que esperaría en el sitio del despegue en casa de José Chedraui para desahogar pendientes.

Moreno Valle lo invitó a abordar la nave para continuar con la revisión de pendientes y regresar a Puebla, con el destino fatal que todos conocemos.

Las pocas imágenes de los restos que quedaron tras la caída del helicóptero a las que el autor de la columna tuvo acceso, deja ver un conjunto de cuerpos sin vida, semi enterrados por tierra y ramales, probablemente por el intento de sofocamiento de las llamas.      

Por el tren de vida del ex mandatario, su estilo de vida y conocimiento del mundo no deja de sorprender que el último momento en el mundo haya terminado de la forma como se describe, sin fuero alguno capaz de evitar los últimos y angustiantes segundos de vida.

Lo es más aún que una empresa como la de la familia Salinas, ostensiblemente favorecida por el régimen que encabezó el difunto mientras estuvo en Casa Puebla haya dado más de cuatro haya hecho correr la versión de un accidente aéreo, sin mostrar el dictamen técnico al que dicen haber tenido acceso y testimonios de pilotos cubiertos del rostro, anónimos.

Es acaso la última contradicción de una larga cadena de acontecimientos desafortunados por la pérdida de vidas, la turbulencia política generada y por múltiples personajes y firmas empresariales que antes habría sido imposible ubicar en un nuevo contexto, en donde habita la traición y el desdoro.