Contra todo pronóstico, Intolerancia Diario logró cumplir sus primeros 18 años. No ha sido fácil pero sí un camino lleno de satisfacciones y uno que otro descalabro.
Como ya lo he contado, el proyecto de Intolerancia arrancó, con otras reglas, en otra época, incluso con otras tecnologías. El propio formato era distinto, se trataba de una revista que si bien exigía mucha dedicación no te obligaba a cumplir con el terrible horario de cierre cada madrugada.
Los primeros años del impreso fueron de mucho aprendizaje, de redacciones llenas de colaboradores y gritos durante noches que casi siempre terminaban en amaneceres, de instalaciones que toleraban el alcohol y los famosos posters. Eran años en que la equidad de género ni por asomo aparecía en los discursos y mucho menos en los hechos.
En la redacción lo mismo nacieron temas que marcaron el rumbo de la historia de Puebla que enconos dignos de una telenovela.
Con la llegada de Cirilo Ramos, la redacción por fin cobró orden. No fue fácil lograr que fotógrafos, editores, correctores de estilo, diseñadores, reporteros y hasta publicistas y directivos, entraran en una dinámica formal y necesariamente rigurosa para cumplir con los horarios de cierre y con el rigor periodístico para imponer una agenda. El barco comenzó a tomar rumbo.
Vinieron tiempos de formación de periodistas, de la llegada de talentos que reforzaba a los novatos y de mucho aprendizaje.
A finales de 2010, ya con la llegada de Rafael Moreno Valle al gobierno, se repitieron los pronósticos que nueve años antes habíamos escuchado, que no se lograría el primer mes, que antes de 2012 estaríamos fuera de circulación, que Intolerancia se extinguiría.
Administrativamente fue una etapa crítica, tronarse los dedos uno o dos días antes de cada quincena fue la constante; pero periodísticamente fue de los mejores momentos que ha tenido el impreso. En ese sexenio, las páginas de Intolerancia Diario se convirtieron en un verdadero espacio plural y crítico.
Comenzaba la era de la Transparencia y el auge de los Derechos Humanos, también la ola de violencia que hasta antes no se conocía en Puebla. Fueron temas que a saltos y con tropezones tuvimos que aprender. Las redes sociales se volvieron grandes aliadas, pero también un enemigo que nos obligaba a trabajar y presentar la información de manera más inmediata y atractiva.
La redacción de Intolerancia dejó de ser tan noctambula, el cierre rondaba las tres de la mañana y no las seis como antaño. Las charlas se acortaron y las mujeres ingresaron a romper con el Club de Toby que habíamos mantenido, sin proponérnoslo.
Las nuevas herramientas también nos pusieron en jaque cuando el internet nos jugaba alguna mala pasada, pero teníamos escuela y sabíamos que “antes” habíamos logrado la impresión de cientos de números sin la web.
Intolerancia creció, no sólo en los números o en los años, se hizo una redacción más madura, que a su vez permitió darle entrada a jóvenes y a nuevas plataformas, que en un inicio rechazábamos tajantemente.
Ahora que el impreso logra la mayoría de edad y a nombre de este Grupo Editorial, quiero agradecerles a cada uno de nuestros lectores, esos que cada día se acercan a los puestos de periódicos para comprar un ejemplar, a los que buscan nuestro material para hojearlo, para recortarlo y convertirlo en archivos, incluso a quienes, se detienen un minuto en las esquinas para leer, de rapidito, cuál es nuestra portada.
Aquí estamos y aquí seguiremos, mientras exista gente que nos siga exigiendo a dar lo mejor que tenemos, cada día.