En Malaherba, la más reciente novela del periodista español, Manuel Jabois, se relata la vida de César -autollamado ‘Tamburino’, como el personaje de una canción que su padre moribundo adora-; un niño que apenas rebasa los diez años; la edad, confiesa el autor, “de las primeras veces, de las primeras palabras, el primer beso... Esas cosas que de repente suceden y ya no vuelven más”.

Ahí, aparece ‘Pezetas’: “un tipo enorme de por lo menos quince años”, un delincuente cuya maldad sobrevive a costa de los más pequeños, a quienes pide dinero a cambio de no ‘llenarlos de hostias’ o de venderles su primer cigarro, confiesa ‘Tambu’; justo como le sucedió a él aquella tarde que escapó del colegio para ir al bar donde trabajaba ese ‘malote de sala de videojuegos’, y a quien nunca, hasta ese día, había observado tan de cerca.

A mí me parece que en la vida y en el futbol, fanfarrones como ‘Pezetas’ hay y han habido siempre muchos. Lo que sucede ahora es que, sumado al eterno poder de un micrófono, el priorizar la vanidad sobre el miedo al ridículo, la prepotencia y la ignorancia en una colosal vitrina como son las redes sociales, convirtieron este negocio en un grandísimo -e incontrolable- chiquero. Casos, abundan.  

Sin ir más lejos, comencemos por la transmisión del partido entre Tijuana y Puebla, de Fox Sports, en donde nunca cesó el concierto de vítores y deseos cínicos porque el equipo fronterizo se hiciera de la victoria. Algo que, cabe destacar, es una -poco sana- costumbre en dicha cadena, cuyo prestigio es arrastrado por las voces principales, ya sea con el propio Xolos, así como con Pachuca o Monterrey, o el equipo de casa en turno. Una salvajada que, desde las épocas noventeras de Televisa y el América, sólo se va transformando conforme al mejor postor.

Y aún más cerca, el circo acontecido la semana pasada con el diario Récord, un medio envuelto en constante escándalo y descrédito, y cuyo director empezó (confesando tratarse de un rumor sin confirmar) con una supuesta renuncia de Chelís (cosa que el estratega de la Franja desmintió), para al día siguiente redondearlo con una supuesta millonaria oferta de Cruz Azul por el ariete enfranjado, Lucas Cavallini, y que es más falsa e inexistente que la credibilidad del líder de dicho grupo editorial.

Y así nos podríamos seguir, tanto a nivel nacional como local, donde la cosa, por difícil que parezca, es aún peor.

“Intenté por todos los medios no toser aunque sin conseguirlo, mientras Pezetas iba y venía sin dejar de mirarme... Allí descubrí que nadie se tomaba en serio a Pezetas; a veces piensas que alguien es el rey de algo, das un paso y resulta que es un mierda, por eso hay que moverse siempre”.

Algo nos debe quedar profundamente claro: si los fanfarrones del micrófono y la pluma, cuya única virtud es vender basura o zalamería según convenga, siguen siendo ‘líderes de opinión’, es única y exclusivamente por culpa nuestra; de nadie más. Hay que moverse siempre.

Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.