Me pregunto: ¿Por qué cuando a alguien le sucede alguna desgracia, pasa por un momento difícil o, al contrario, recibe un inesperado golpe de suerte, aseveramos con un dejo de sabiduría profunda? “…así es la vida”. ¿Así, cómo?, ¿La vida de quién o, de qué? Cómo podemos asegurar que “así es la vida”, si hasta ahora no sabemos qué es la vida, por qué existe o para qué, quién la inventó.
A pesar de todo, simplemente flotamos sobre de ella, con la esperanza de no rompernos la crisma en el trayecto cotidiano del sobrevivir, rogando por que no aparezca un malvado y nos quite ese preciado y desconocido tesoro, la vida. Por eso cuando nos va del “cocol” decimos: esto no es vida; sin embargo, no quiero dejar de vivirla. Es como si la vida fuese un ente bipolar, la quiero conmigo, pero me da miedito porque no, no la conozco.
En mi opinión, la vida es un regalo maravilloso y, si es un regalo alguien me la dio: mi amá y mi apá, ellos me regalaron este, mi cuerpecito abarrilado pero, ¿quién me regaló los átomos con os que está hecho? Es una buena pregunta, porque mi cuerpazo está construido con los mismos átomos que el agua, el aire, las ballenas y los tacos de nenepil…y la pregunta es: Si estoy echo con los mismos átomos que los nopales ¿por qué yo pienso y los nopales no?
El peligro es simple de comprender: jamás sabré qué cosa es la vida y, de seguro la padeceré, si yo nunca me tomado la molestia de preguntarme quién soy yo, qué soy y, porqué tengo una vida por vivir…sin echarles la culpa a mis progenitores.