Justo a esto se resume la jornada del próximo domingo: a una elección sin Rafael.
Se le pueden dar mil vueltas a los temas electorales, se pueden hacer profundos análisis políticos y se pueden argumentar muchas razones a los resultados de este 2 de junio; pero la única explicación real de esta elección se centra en la ausencia de Rafael Moreno Valle.
Nos guste o no, el control absolutista de Rafael lo llevó a manejar los hilos político electorales del estado a su antojo.
Hace unos días, en una sobremesa entre miembros del círculo rojo me preguntaron lo siguiente: que habría pasado si sólo hubiera muerto uno de los dos.
Tengo claro que si Martha Erika viviera sin la presencia de su esposo, estaría gobernando sí con muchos errores derivados de las carencias de oficio pero con una libertad desconocida para ella.
Ya retomaré y ahondaré sobre este tema en una próxima entrega.
Regresando a Rafael, no tengo dudas que ante la muerte de su esposa, Rafael sería una fiera herida en esta elección. No sé si habría logrado el interinato para su grupo pero seguramente lo habría peleado.
Pero lo que sí sé es que su voracidad desmedida y su ambición política lo tendrían hoy peleando la gubernatura con un candidato suyo.
De ahí que la elección del próximo domingo y todo lo que hoy vemos, tenga una simple y sencilla explicación. Será una elección sin Rafael. Ni más, ni menos.
Quizá para entender mejor cómo enfrentaba Rafael estas guerras, en las que aseguraba que él no perdía ni en los volados, valga la pena recordar una columna que escribí sobre mi último encuentro con Moreno Valle en donde me dijo que él, cuando no ganaba, empataba.
Y observando los hechos violentos sucedidos la tarde noche de esa elección, me quedaron muy claros los alcances de sus propias palabras.
Retomemos esa columna:
Contracara 19 enero 19
Mi último encuentro con Moreno Valle
Era la mañana del sábado 30 de junio. La fecha fatal había llegado. Al día siguiente, Moreno Valle se jugaría su última carta con la elección de su esposa en un escenario de muy alto riesgo.
Sin saber lo que sucedería tomé camino a Casa Puebla, para platicar con el gobernador Tony Gali sobre la elección del día siguiente.
Puntual a la cita, con las manecillas marcando las 12 esperé unos minutos más para entrar al despacho principal de la Casona de Los Fuertes.
Durante una hora conversé con Tony Gali, quien se notaba francamente tranquilo. La suerte de la elección nacional estaba echada y en inminente triunfo lopezobradorista no parecía generarle ninguna incomodidad a mi anfitrión.
El único tema de verdadera preocupación era que la tensión por la disputa por Casa Puebla pudiera terminar en violencia, por lo que me aseguró, estaba reforzando las medidas para mayor seguridad.
Por supuesto no dude en preguntarle qué le decían los números, a lo que me respondió: “AMLO va a arrasar, pero la gubernatura está muy cerrada, Martha tiene ventaja, pero si la gente vota por Morena parejo, se la lleva Barbosa; todo depende del voto diferenciado, a Barbosa no lo quiere la gente, pero López Obrador es un fenómeno”.
De momento, nuestra charla la interrumpió su secretario privado portando una tarjeta. Sorprendido el gobernador preguntó:
—¿Viene para acá?
—Sí señor, ¿le parece que cuando llegue, Enrique salga por el jardín y que él entre por las oficinas?
—No, yo no escondo a mis amigos, que entre y que salude a Enrique. Pero no le digas que está aquí.
Fue hasta ese momento que entendí que Rafael estaba por llegar.
Pasaron no más de diez minutos cuando se abrió la puerta, por donde ingresó un agitado Moreno Valle.
Con unos jeans deslavados y una camisa de lino azul clara sin fajar, Rafael no negó su molestia al verme. Sólo una vez nos habíamos encontrado en ocho años y evidentemente no era el mejor momento para toparse con un personaje que le causaba total repudio.
Sin más remedio que tener que saludarme, después de disculparse por las fachas en las que llegaba, me dio la mano y dijo:
—“¿Cómo estás Enrique? ¿Cómo ves las cosas para mañana?
—La presidencial resuelta y la gubernatura muy complicada para ustedes.
—“La vamos a sacar, ha estado del carajo esto, ha sido la elección más difícil que me ha tocado, pero la vamos a ganar”.
—No quiero ser agua fiestas, tú sabes lo que pienso y si no te pones las pilas, la vas a perder.
—“No Enrique, fíjate lo que te voy a decir, yo cuando no gano, empato”.
Sus últimas palabras me dieron vueltas —durante horas—en la cabeza y las entendí a la perfección la noche siguiente.
Nada de lo que él decía, era una casualidad. Para Rafael la palabra improvisación no estaba en su vocabulario.
Hay que hacer memoria de lo sucedido desde el domingo de la elección, hasta el domingo del fallo del tribunal para dimensionar sus palabras.
Cómo olvidar esa frase: “cuando no gano, empato”.
Así fue mi último encuentro con Rafael.