Desde su lanzamiento, en el año 2001, el programa Pueblos Mágicos ha sido uno de los más codiciados por las comunidades y el que más orgullo produce en las autoridades recibir. Esto, porque el nombramiento resulta en un tipo de reivindicación de la cultura y tradiciones locales, con el objetivo de atraer al turista, lo que detonaría la economía regional y supuestamente contribuye a la preservación de las zonas a través de la aportación, no específica, de recursos federales o estatales.

De acuerdo con la respuesta a la solicitud de información al Gobierno de Puebla, realizada en el año 2018 (folio 01006618) y emitida por la Unidad de Transparencia así como la Secretaría de Cultura y Turismo del estado de Puebla, ninguno de los nueve pueblos mágicos del estado recibió recursos durante los años 2015, 2016, 2017 y 2018: “No existe presupuesto ni federal ni estatal destinado para el Programa Pueblos Mágicos y, por lo tanto, ningún municipio obtiene recursos estatales o federales por este concepto”, se asegura en el documento.

La misma petición fue dirigida al Gobierno Federal (folio 0002100030318), encontrando que durante 2015 la Dirección General de Destinos de la Subsecretaría de Innovación y Desarrollo Turístico, a través del programa Pueblos Mágicos y Destinos Prioritarios (Promágico), otorgó 70 mil pesos bajo el concepto “Parque Cholula, Protección, Conservación y Restauración de la Zona Típica Monumental de San Pedro y San Andrés Cholula”. La misma cantidad fue aportada por el estado mediante un convenio de colaboración, sumando 140 mil pesos.

También, por medio del Programa de Desarrollo Regional Turístico, Sustentable y Pueblos Mágicos (Podermágico), en 2017 se ejerció un presupuesto federal de 2 millones 300 mil pesos para la “Rehabilitación del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios en el Municipio de San Andrés Cholula”. En total, 2 millones 440 mil pesos provenientes de la federación y del estado no figuran en el reporte de la Unidad de Transparencia estatal.

¿Cómo es posible desaparecer o ignorar la existencia de recursos dirigidos a un programa que ha despertado tanta expectación en los últimos años? La Secretaría de Turismo define a los Pueblos Mágicos como localidades “que tienen atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes, cotidianidad, en fin, magia que emanan en cada una de sus manifestaciones socio-culturales, y que significan hoy día una gran oportunidad para el aprovechamiento turístico”, según es posible verificar en el portal de la dependencia.

Prevalece una especie de “metafísica” muy comúnmente empleada por el gobierno para referirse a la cultura y el patrimonio, donde estos asuntos son considerados siempre positivos y, los proyectos, universalmente pertinentes. Gustavo Bueno reitera que, al hablar del término cultura, se instaura un “marco dignificador de los contenidos que en él se engloban” (El mito de la cultura, 2016), legitimando todo lo concerniente a este campo y obviando las contradicciones, la complejidad y los fines ocultos en su conformación y empleo. Por lo tanto, a falta de indicadores efectivos, puesto que estos lugares poseen “magia que emana en cada una de sus manifestaciones”, al parecer, el presupuesto destinado también tiende a ser “mágico”.

Esta concepción fue muy bien utilizada por el exgobernador Rafael Moreno Valle, quien a lo largo de su mandato se valió de una muy significativa cantidad de obras de carácter cultural, como el teleférico en la zona de Los Fuertes y los museos Regional de Cholula e Internacional del Barroco, entre otros, para promocionar su administración a través de un campo que sería observado como necesario, acertado y recreativo y que, no obstante, encontraría poca confrontación de una ya de por sí muy olvidada comunidad artística, que ha visto cómo sus espacios han sido reducidos en los último años.

El movimiento Cholula Viva y Digna, que comenzó con un levantamiento de pobladores contra las expropiaciones emprendidas para la construcción del entonces denominado Parque de las Siete Culturas, precisamente se transformó en un fuerte cuestionamiento sobre la justificación del proyecto, el empleo de la inversión, y en una lucha por el territorio, la identidad y la cultura cholulteca, que vieron amenazada con la ejecución de obras que no necesitaban y que tampoco tenían relación con las prácticas de los habitantes, prioritariamente religiosas.

Quizá no solo se trata de maquillar comunidades y abrir salas bajo la etiqueta de “cultura”, a diestra y siniestra, si se pierde la medida de lo concreto. De recibir los Pueblos Mágicos nuevamente inversión federal o estatal, tendría que vincularse con estudios sobre la economía local y las prácticas culturales predominantes, así como justificar las intervenciones sobre el patrimonio, de lo contrario, corre el riesgo de hacerse perdidiza y poco efectiva.