En las últimas semanas, las líneas peatonales multicolores instaladas en el Boulevard 5 de Mayo dieron muchos dolores de cabeza a la presidenta municipal Claudia Rivera, a los colectivos LGBTTTI, agrupaciones conservadoras y a uno que otro transeúnte. Aunque se trata de un pequeño territorio, se ha convertido en un campo de batalla, la cual evidenció que, lamentablemente, las prioridades de estado aún no pueden tocar todas las causas, cuando la intolerancia y la hipocresía están de por medio.
El primer cambio fue emprendido por la misma Rivera el pasado 22 de junio en conmemoración del Día del Orgullo: “Reconocer y celebrar la diversidad en todos sus sentidos nos hace crecer como personas. Hoy por la mañana, como una muestra de solidaridad, se pintaron franjas peatonales con los colores de la bandera LGBTTTI”, indicó en redes sociales el Ayuntamiento de Puebla.
El proyecto le valió a la alcaldesa la denuncia por parte de un ciudadano ante el Tribunal de Justicia Administrativa (TJA) y, el 17 de julio, miembros de la asociación “Nacer es mi derecho”, vinculada con el “Frente Nacional por la Familia”, repintaron las cebras de color blanco. Argumentaron entonces que la acción procuraba el respeto a la ley, así como la seguridad de todos los transeúntes, por lo que no se trataba de discriminación. No obstante, afirmaron “no queremos que nos impongan cosas por un colectivo”.
En respuesta, apenas cuatro días después, activistas LGBTTTI volvieron a colorear el paso peatonal, respetando las pintas blancas hechas con anterioridad. Otras asociaciones no gubernamentales reclamaron posteriormente que Claudia Rivera solo estaba favoreciendo a un grupo, acusándola de emprender acciones que dividen a la sociedad y amenazando con volver a intervenir las cebras peatonales. La situación, un tanto chusca y otro tanto caótica, se había salido de control.
Pero si bien, como reclamaban internautas, muchas áreas de la ciudad requieren con urgencia las pintas y demás obras por parte del gobierno municipal, el paso peatonal del Boulevard 5 de Mayo se convirtió en algo mucho más grande. Perece que al final de la disputa, fue claro que la capital aún no está preparada para aceptar la diversidad sexual y que siempre existirán pretextos de sobra para oponerse a la visibilidad y las demandas de este sector. También parece insinuar algo más aterrador, que los derechos no son prioridad cuando se trata de una minoría.
Durante el Mes del Orgullo en Viena, Austria, en el edificio del Rathaus (Ayuntamiento), se despliegan banderas multicolores y en su plaza se organiza el festival anual. También, grandes instituciones, como la Universidad de Viena se suman a la celebración, este año, ostentando una pancarta en el acceso principal con la frase “orgullosos de ser parte”. En Nueva York, la sede más importante de esta celebración, este 2019 se conmemoró el 50 aniversario de las marchas de Stonewall, cuando autoridades llevaron a cabo una redada en un pub contra la comunidad gay. Por lo tanto, Manhattan, durante junio, también revistió de arcoíris diversos edificios y avenidas. Estos son solo un par de ejemplos. ¿Por qué entonces entramos en pánico por unas pintas multicolores?, ¿Qué nos lleva a recriminar a las autoridades la atención temporal hacia un colectivo históricamente discriminado y en constante pugna por sus derechos?
Un estudio realizado por Letra S, Sida, Cultura y Vida Cotidiana A.C apunta que de 2013 a 2018 se tienen registrados 27 asesinatos en Puebla por motivos de orientación sexual, lo que ubica a la entidad en el sexto lugar a nivel nacional en crímenes de odio. El asunto no es menor y casos como el asesinato de la activista transexual Agnes Torres deben estar presentes en la memoria colectiva para recordarnos que la intolerancia puede traer trágicos resultados.