Como ya se ha dicho, el incremento a la tarifa del transporte público es un hecho, pero que no les cause sorpresa si de última hora el anuncio oficial es de dos pesos más; es decir, que el nuevo precio del pasaje quede en ocho pesos y no los ocho cincuenta que hábilmente filtraron los líderes transportistas.
Lo anterior tiene una explicación. Hasta el momento, ninguna autoridad ha manejado el monto de ocho pesos con cincuenta centavos. Fue, al parecer, uno de los permisionarios quién filtró a algún reportero que era un hecho, buscando así presionar al gobierno. Sin embargo, todo indica que el estado se mantendrá firme en su postura de afectar lo menos posible a la economía familiar.
Evidentemente, ese jaloneo, ese último estira y afloje, es lo que mantiene atoradas las negociaciones y lo que ha ocasionado el retraso de un anuncio que ya está más que cantado. El aumento va.
El secretario Guillermo Arechiga y el propio gobernador Miguel Barbosa, han sido muy prudentes al no revelar, ni confirmar, ni rechazar las diferentes tarifas que se han manejado desde que comenzaron las negociaciones.
El día de ayer, Arturo Loyola le aportó al reportero Francisco Sánchez Nolasco un dato más: Rafael Moreno Valle prometió en 2013 a los concesionarios aumentar un peso la tarifa; sin embargo, alguien cometió la indiscreción de soltar la información justo antes del proceso electoral y por lo tanto se vino abajo el acuerdo.
Después del frustrado incremento, vino la historia que todos conocemos. Los intentos fallidos para concretar los aumentos, primero el del 13 de septiembre del año pasado, a los que siguieron los del 13 y 27 de diciembre de 2018. En esos últimos, los acuerdos eran para incrementar en dos pesos el precio del pasaje.
Fue también el propio Loyola, viejo militante de la izquierda, quien cuestionó a sus aliados panistas, principalmente por las incongruencias que hemos subrayado en este espacio.
Cuestionó fuertemente la validez de los reclamos de la presidenta Genoveva Huerta Villegas quien hoy sale a rasgarse las vestiduras en contra del aumento, un alza que ella misma hubiera justificado si el anuncio hubiera llegado meses antes en tiempos del morenovallismo; sin embargo, sus reclamos hoy no son resultado de su preocupación por los más pobres o por la economía familiar, sino por su nueva doctrina apegada al “populismo azul”.
Insisto, si el aumento se hubiera dado durante el morenovallismo, es seguro que el PAN habría justificado el alza, y claro, la oposición habría cuestionado la impopular medida, así como la falta de empatía por parte del equipo de Rafael.
Hay que recordar que el PAN en general se pronunció recientemente en contra del aumento del precio de las gasolinas, aunque votó a favor y aplaudió el llamado gasolinazo, cuando fue palero del gobierno federal de Enrique Peña.
Al final todos los partidos tienen mucho de populistas y cuando una medida les puede sumar adeptos no dudan en ser oposición o en defender a capa y espada las decisiones más infames e incongruentes con tal de mantener el hueso. Todo con tal de aferrarse al poder.