Durante este tiempo transcurrido del sexenio, para quienes dedicamos nuestro tiempo al análisis, no ha sido fácil entender este nuevo crucigrama que representa el tablero político estatal.

Estamos ante una nueva clase política, que con excepciones notadas, nos resultan personajes totalmente desconocidos para quienes hemos hecho periodismo en las últimas tres décadas.

Quizá desde el gobierno de Manuel Bartlett no se daba un cambio tan drástico en cuanto a la conformación del nuevo grupo en el poder.

Sí bien es cierto que Moreno Valle gobernó con todo menos con poblanos, la realidad es que ese grupo llegó a Puebla en los tiempos del melquiadismo, cuando Rafael se despachaba con la cuchara grande desde la poderosa Secretaría de Finanzas. Es decir, que no nos resultaban extraños y sabíamos mucho de ellos.

Conocíamos de qué tamaño era su cercanía con Moreno Valle, sabíamos de sus aficiones, gustos, mañas, estilos y hasta algunas de sus intimidades.

Retrocediendo un sexenio, no era difícil descifrar al marianismo porque conocimos a todo el gabinete desde que su jefe fue presidente municipal.

Tampoco tenía complicaciones entender al melquiadismo, que salvo excepciones como la de Rafael, todos eran viejos políticos que habían teñido cargos desde Guillermo Jiménez Morales y hasta con Alfredo Toxqui.

Sin embargo, el equipo barbosista es otra historia. Hay casos de secretarios que fueron elegidos por currículum. Otros sí por confianza y lealtad probada, pero esos se cuentan con los dedos de la mano. Si para Luis Miguel Barbosa ha sido complicado, pues para quienes hasta hace tres meses no sabíamos ni qué existían, pues más complicado aún.

De ahí que al gobernador no le tiemble la mano para hacer los ajustes que sean necesarios.

Si algunos piensan que son muchos los movimientos hasta ahora en el gabinete, les anticipo que esto es apenas el inicio.

Cambios habrá hasta que se ajuste y aceite la maquinaria gubernamental. Salvo el caso de la titular de Finanzas, María Teresa Castro que ha resultado una pieza clave en el gabinete, no veo a uno solo de los miembros con etiqueta de inamovible. Y aunque algunos empiezan a asentarse y a ganar en el rubro de la confianza de su jefe, la verdad es que el gobernador observa con lupa cada uno de sus movimientos.

En próximas entregas entraré al desglose del gabinete y de cómo están colocados en el tablero de Luis Miguel Barbosa a casi cien días de arrancado su sexenio.

Y ahí veremos y diremos.

AMLO, inhumano y dictador

Inhumana, indigna y hasta dictatorial, fue la respuesta que dio el presidente de la República cuando se le cuestionó cómo garantizará que los reporteros, fotógrafos y camarógrafos que lo acompañan a sus controversiales giras de trabajo, viajen con seguridad.

El sábado, los reporteros nacionales asistieron a Sonora a un primer evento; cuando se dirigían a Navojoa rumbó a Obregón, la camioneta con placas VWP-280-se volcó y ocasionó lesiones en al menos 10 periodistas.

Como es su costumbre, López Obrador primero trató de minimizar el tema al dedicarle sólo 30 segundos de su discurso en Pótam, Guaymas: “afortunadamente fueron lesiones no graves, estoy al pendiente”, dijo.

Las “lesiones no graves” obligaron a los médicos del IMSS a intervenir quirúrgicamente a Pedro Villa y Caña Baena, así como a Nicolás Galván Silva. Fue hasta la tarde del domingo que Alberto Muñoz Tlahuiz, quien presentó una lesión en cráneo, pudo ser dado de alta. Lo que indica que las lesiones no fueron menores.

El accidente era previsible. Desde un día antes, los periodistas reportaron que el vehículo en el cual se transportaban tenía problemas mecánicos. Los testimonios de las victimas coinciden en al menos tres incisos: El chofer viajaba a exceso de velocidad, la unidad presentaba fallas mecánicas y constantemente hay percances en las unidades que los transportan de un punto a otro.

 

 

Al tratarse de lesiones que sí requieren un seguimiento médico y debido a que sus fuentes de trabajo se encuentran en la Ciudad de México, algunos de los lesionados pedían el sábado a la una de la mañana que la aseguradora del vehículo garantizara el traslado y atención médica en la capital del país, es decir casi 12 horas después del accidente.

La ayuda no llegó. Los helicópteros de la Sedena, como el que se utilizó para trasladar los restos de José José tampoco se hicieron presentes.

La respuesta salió de boca del propio presidente el domingo. Palabras más, palabras menos, Andrés Manuel pidió a la prensa que ya no lo siga, que no haga su trabajo, que espere el boletín de prensa, que él mismo informará —de lo que quiera y sin ser interrogado—, para evitar un nuevo accidente.

 

 

¡Vaya manera de demostrar su humanismo!