Escurridizo como es el dirigente del Partido Revolucionario Institucional, Lorenzo Rivera Sosa decidió callar ante la detención de su correligionario y paisano, Juan Carlos Lastiri Quirós, el ex subsecretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano en los tiempos de Enrique Peña Nieto.
La anomia que caracteriza a este dirigente de papel se ha pronunciado desde que vio imposibilitada la oportunidad de gozar de las mieles del poder de la mano de otro paisano suyo, el ex comisionado del Instituto Nacional de Migración, Ardelio Vargas Fosado.
La ausencia de autoridad política en el PRI ha sido la constante desde que la figura caciquil de la sierra norte fue llevado al edificio de la Diagonal Defensores de la República para el infortunio de los muy dignos cuadros que aún conserva ese partido político.
Fue, por ejemplo, capaz de hacerle el vacío a una legisladora que se ha ganado a pulso la posición respetable en la escena pública a base de congruencia como Rocío García Olmedo cuando rindió su informe legislativo, en el mismo inmueble en el que están las oficinas del más gris de los dirigentes que ese partido ha tenido.
La mañana de este miércoles la volvió a hacer luego de la difusión masiva de la orden de aprehensión en contra de Lastiri Quirós, su paisano serrano y a quien buscó afanoso cuando el ex servidor público federal buscaba en 2014 el posicionamiento suficiente para pelear la candidatura del PRI al gobierno de Puebla.
Olvida Lorenzo Rivera una máxima en política: para poder hablar se debe tener la cola corta y la trompa larga; una permitirá que los enemigos se la pisen por pecadillos del pasado; la otra, olfatear con anticipación suficiente los peligros que supone la tarea política.
Que alguien le recuerde esta figura decorativa que despacha aún en las oficinas del PRI que es oposición y que su desempeño es observado, que sus negocios como delegado en la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano y luego en Desarrollo Social también tienen un rastro insoslayable
Que los pecados de Lorenzo no alcancen los montos de la llamada #EstafaMaestra no significa que se deba perdonar que el dinero público en manos privadas es un delito; más aún si se trata de servidores públicos que deshonran los encargos por unos pesos.
Pobres priistas, tan lejos de un Jesús Reyes Heroles y tan cerca del caciquito de la sierra. De pena.