No es que tuviéramos mucha esperanza en los panistas pero desde este espacio hemos señalado la importancia de contar con una oposición fuerte que equilibre la aplanadora morenista que hoy controla el Congreso de Puebla.

Durante todo el proceso para seleccionar al nuevo auditor, al igual que durante la designación de Félix Cerezo al frente de la CEDH, los diputados panistas dejaron en claro que no saben ser oposición. No defendieron en la tribuna de manera fuerte y clara las razones por las cuáles sí o no, Francisco Romero debía ser elegido.

Es cierto que los votos, numéricamente hablando, no les alcanzaban para impedir que Morena y sus aliados, impusieran al personaje que les viniera en gana, pero ciertamente, una buena estrategia les habría permitido desacreditar y hasta debilitar al nuevo responsable de la Auditoría Superior del Estado (ASE).

El ejemplo ya lo tenían, lo habían dado sus propios compañeros federales quienes desde el Congreso de la Unión realizaron las acciones necesarias para desacreditar la llegada y la figura de Rosario Piedra Ibarra. Fueron tan acertados los tiros, que no sólo lograron el descredito social en la selección sino que también consiguieron la “fingida” segunda votación y hasta un retraso importante en la protesta al cargo. 

Pero no, en Puebla los panistas poblanos no supieron o –quizá- no quisieron ser una oposición real, una que enfrentara fuerte y directamente las imposiciones.

Sin negar que los legisladores morenistas se convirtieron en un apéndice del Poder Ejecutivo, habrá que reconocer que la mayoría de Juntos Haremos Historia han logrado colocar a sus afines sin mayores complicaciones. Así lo han hecho todos.

Y hablando de “la mayoría”, bien haría Gabriel Biestro y su grupo en entender que las mentiras siempre terminan por debilitar la imagen pública. No es necesario engañar a la sociedad o a los medios. Lo señalo por aquella necedad política de negar que ya existía una terna avalada por los coordinadores partidistas.

Un rato después de sus declaraciones, se reveló el documento firmado por los 10 diputados y fue cuestión de horas para que se presentara ante el pleno. Claro está, en el intermedio se supo hasta quién sería el designado.

Ahora el reto para Francisco Romero será el mismo que sería para cualquier otro seleccionado: demostrar que la ASE no será una cartera más ni una secretaría más del gobierno estatal, que será un organismo independiente y autónomo.

Romero Serrano también tendrá que refrendar que tiene la capacidad y madurez para ganarse el respeto de una sociedad que no cree en los auditores y que cuestiona el uso de la ASE como herramienta para presionar y obligar a los sujetos obligados a cumplir los caprichos del Ejecutivo en turno a cambio de aprobar las cuentas públicas.

Se deberá pues, contar con una fiscalización lisa y llana, evitando que se revisen con lupa las cuentas públicas de los enemigos políticos o que se hagan ojo de hormiga ante los excesos de los afines.

El tiempo nos dirá si Francisco Romero es uno más de los auditores comparsas, o si fue capaz de darle un carácter legítimo y autónomo a la ASE.

Veremos y diremos.