La estrategia de seguridad en el municipio capitalino y el estado está en marcha. El ayuntamiento entregó equipamiento consistente en vehículos, chalecos balísticos y dispuso de más de 100 nuevos elementos, debidamente capacitados.

En tanto, este jueves el gobernador Miguel Barbosa entregará patrullas para prevenir delitos de violencia de género, en el contexto de una creciente ola delictiva en contra de las féminas, que marcaron la agenda política en el 2019.

El trabajo institucional deberá rendir frutos en un plazo perentorio. No sólo por una entendible demanda social por recuperar la tranquilidad que se fue hace años, sino porque al menos en el caso del municipio, ya es tiempo de comenzar a ofrecer resultados satisfactorios.

La titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Lourdes Rosales a quien no pocos voceros de la oposición habían anticipado su salida, ha tenido que trabajar en distintos frentes.

Más que en la prevención del delito, Rosales y su equipo debieron dedicar tiempo y esfuerzo en el sofocamiento de un clima de malestar generado en el interior de las corporaciones de policía y tránsito municipal cuando las prebendas y la corrupción comenzaron a ser combatidas.

A ello se debe añadir la presión de grupos empresariales que a través de sus voceros oficiosos en un sector de la prensa carroñera y en el Cabildo, golpearon con fuerza hasta pedir la destitución de la titular del área, cuando el jugoso de la proveeduría estuvo en riesgo.

En el ámbito estatal las cosas no eran muy distintas. Las mesas de seguridad de todas las mañanas se habían convertido en auténticas romerías. Se discutía mucho y se lograba nada.

Cuentan que en una de esas reuniones, ya presidida por Miguel Barbosa, un viejo operador del sistema propuso como una medida para combatir al crimen volver a los esquemas utilizados en los tiempos de Rafael Moreno Valle: el espionaje.      

Fue entonces, de en medio del tumulto, frontal como es, el gobernador preguntó cómo es que el personaje había conseguido un lugar en la mesa de seguridad, para luego despedirlo. El caos como método de trabajo en la esfera de seguridad era la constante. 

A la llegada del almirante Miguel Idelfonso Amézaga, la Secretaría de Seguridad Pública estaba convertida en la cueva de Ali Babá. Aún hay remanentes de ese pasado vergonzante que serán descubiertos en un plazo perentorio.

Conviene destacar, por lo pronto, la reducción en el número de robos de camiones de carga en carreteras en los primeros días del mes de enero. Sin embargo no será aún suficiente pues en el clima de opinión entre los poblanos persiste la secuela de la ola delictiva permitida por las administraciones omisas del pasado, y esa asignatura no admite prórrogas.