Hemos calculado que los campesinos y productores que no cuentan con asistencia técnica, pierden cada año cerca de mil pesos por hectárea en insumos de más y trabajo innecesario, sin contabilizar el agua, la contaminación o la erosión del suelo que provocan.

Tan solo en Puebla, esa cifra alcanza 900 millones de pesos al año, tomando en cuenta que se siembran cerca de 900 mil hectáreas. En el plano nacional la cifra ronda los 20 mil millones de pesos anuales con una superficie cultivada de 20 millones de hectáreas. Como referencia, el PROAGRO valía 15 mil millones de pesos anuales.

En las diferentes regiones, la principal necesidad de los productores agropecuarios es contar oportunamente con asesores técnicos que los motiven, orienten,  capaciten y acompañen en forma permanente  para hacer mejor lo que ya hacen, aprovechar mejor lo que tienen e intentar lo que no han podido.

Así es como pueden lograr fortalecer proyectos en marcha, consolidar organizaciones, mejorar el autoconsumo, cuidar el medio ambiente,  poner en funcionamiento nuevos proyectos, desarrollar infraestructura, acceder a la tecnificación, integrar cadenas productivas, buscar nuevas formas de financiamiento y nuevos mercados para vender mejor.

Es impensable cualquier apoyo hacia el campo que no considere la capacitación y asistencia técnica como posibilidad de vigilar, acompañar y potenciar los recursos aplicados. Sin embargo, históricamente los gobiernos se han desentendido de esta obligación establecida en la Ley de Desarrollo Rural, principalmente porque requiere de la asignación de plazas laborables y prestaciones sociales.

No he conocido a ningún responsable de finanzas que entienda lo anterior y por ello sea generoso con recursos para estos programas de servicios técnicos, ni en circunstancias de abundancia ni de escasez.

Todavía recuerdo la discusión con un responsable financiero que me pedía empezar a entregar los apoyos para los productores porque el gobernador lo ordenaba: “Ya te autorizamos el 90 por ciento del presupuesto”, me dijo. “Pero no hay quien entregue, quien vigile y quien potencie los recursos”, respondí.

Ese 10 por ciento que falta, es la parte operativa. Sin esos recursos, el otro 90 por ciento está condenado a desaprovecharse o perderse, en un cuento de nunca acabar”, expliqué. “Si alguna vez no hubiera forma de apoyar económicamente a la gente, nunca dejemos de dar asistencia técnica”, concluí.

El Extensionismo Rural consiste en difundir,  transferir y promover innovaciones tecnológicas entre los productores, para elevar el capital humano de los agentes económicos. Es un pilar fundamental en construcción del tejido social que se encuentra roto desde hace varios años.

Es un proceso para socializar experiencias y conocimientos, entre técnicos y  productores, en un aprendizaje conjunto  y permanente, indispensable para el éxito de los proyectos productivos, que permite sustentar la seguridad y soberanía alimentaria y el desarrollo sustentable.

La asesoría técnica es el 32 por ciento del éxito de los proyectos; un asesor aporta 21 por ciento de nuevo conocimiento y los encuentros tecnológicos entre productores son responsables del 50 por ciento de los nuevos conocimientos.

Pero si es verdad que no hay recursos para el campo y el  extensionismo, es mejor que vayamos pensando en opciones reales viables de llevar a cabo. Saber que no te van a  ayudar también es una respuesta.

La capacitación a distancia utilizando la infraestructura instalada es una opción que se hace pertinente por la dispersión poblacional de nuestro país.

Identificar casos de éxito, promover visitas de intercambio tecnológico y días demostrativos de proyectos innovadores, dan a los actores productivos una de las mejores fuentes de información y actualización.

La creación de Grupos de Productores para el intercambio, validación y transferencia tecnológica, como los GGAVATT creados en Francia en tiempos de crisis económica, es un gran ejemplo

La vinculación de organizaciones de productores a escuelas y universidades regionales para aprovechar el potencial creativo de los estudiantes y docentes en beneficio del desarrollo de las comunidades, es una acción viable.

La formación de jóvenes líderes de cada una de las comunidades mediante estancias cortas en instituciones o empresas, nacionales o extranjeras sobre los principales problemas y necesidades, es indispensable.

Al igual que cuando no hay doctor, hoy es tiempo de mayor creatividad; cuando no hay extensionismo hay que  aprovechar lo disponible; así como cuando no hay arquitecto, echamos mano del Manual del arquitecto descalzo.