Alberto Jiménez Merino

Secretario Ejecutivo del Consejo Técnico

Nacional Consultivo de la CNC.

Un campesino en el Medio Oriente, se encontró con la peste y le preguntó:

-¿A dónde vas?

-Voy a Bagdag -le dijo- a matar a 500 personas.

Unos días después, la encontró de regreso y le reclamó:

-¡Eres mentirosa, mataste a 5 mil!

Y la peste contestó:

-Yo maté a 500, a las otras 4 mil 500 las mató el miedo.  

La emoción es la alteración del ánimo, de manera intensa o pasajera, agradable o penosa (Alberto Briceño, 2004). Y, la inteligencia emocional, de acuerdo con este autor, es la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados anímicos propios y ajenos.

Es la capacidad para resistirnos a reaccionar de manera impulsiva e irreflexiva, actuando en lugar de ello, con receptividad y participando de esa manera en la promoción de una comunicación sin barreras.

Los mejores resultados en las decisiones personales se obtienen cuando existe la capacidad para controlar las emociones. Mantener la calma ante las adversidades es la mayor fortaleza de un ser humano porque le permite decidir con mayor posibilidad de éxito. Valor es el control del miedo, no su ausencia.

Ponerse en los zapatos de los otros y escucharlos, representa más del 90 por ciento del éxito de las decisiones resultantes más aún, cuando no se tiene ningún conocimiento de la responsabilidad a desempeñar o del problema a atender. Muchas disculpas se pueden evitar si se piensa antes de hablar. Hablar y hasta exigir, pero sin ofender. Respetar al otro, que es diferente en todos los aspectos.

Lo anterior tiene que ver con la emergencia sanitaria mundial por el COVID-19, el coronavirus, que está afectando a muchos países incluyendo a México. Actuar con bases científicas, comunicar correctamente y mantener la calma.

Atender las recomendaciones técnicas que han establecido los organismos mundiales y autoridades sanitarias, es fundamental para reducir los riesgos de contagio y aminorar los impactos de esta nueva enfermedad. Pero igual de importante es evitar el pánico y proteger eficientemente a la población.  

Estamos urgidos de que nuestras autoridades asuman el liderazgo necesario. Se establezca la coordinación debida entre órdenes de gobierno. Nadie desea que se enferme ningún mexicano. Y menos desear que fallen los responsables para reclamarles y tumbarlos. Con la salud y el bienestar de los mexicanos no se debe jugar.

Sin embargo, por la forma como se conducen algunos funcionarios, pareciera que se esfuerzan en fallar. No observar y aplicar las recomendaciones indicadas es irresponsable.  Resaltar a cada rato quien es el que manda, sólo muestra un alto nivel de inseguridad interior y convertir el posible respeto existente en temor, fórmula inequívoca para perderlo, y perder la oportunidad para lograr lo planeado.

Echar la culpa a los otros cuando se tiene el poder y todos los elementos de decisión y ejecución de acciones que enderecen lo chueco y potencien lo correcto, es un símbolo claro de inmadurez.

Corregir subordinados en público, mandar mensajes a través de los medios y querer ser el centro de atención de todo es una gran muestra de egolatría e inexperiencia que termina por crear ambientes laborales nocivos para la buena marcha del gobierno y la buena atención a los ciudadanos.

En el ejercicio del cargo público, saber escuchar es básico. Escuchar a quien trae un problema o una inquietud. Escuchar a los que saben sobre ese problema. Escuchar para dar una atención y para aprender un poco más. Muchas personas de la sociedad, sólo buscan ser escuchadas, pero si se puede atender su problema es mejor.

La crisis del COVID-19 debe manejarse con sensatez y estrategia en un país donde todos sabemos de medicina, todos somos médicos, todos recetamos o nos auto recetamos. Al igual que en el fútbol con la selección nacional, todos sabemos qué se debe hacer.

Nos hemos excedido de crítica. Pero falta mucha autocritica. Y, fundamentalmente, falta mucha propuesta y acción ciudadana. En lugar de preguntar qué hace México por mí, tendríamos que estar preguntando qué hacemos nosotros por México.

La buena noticia es que en China, en donde se originó la enfermedad, ya terminó la emergencia.

Afrontemos el COVID-19 con responsabilidad estas dos o tres semanas y esperemos que nuestros gobernantes entiendan su papel de líderes y puedan adquirir, aunque sea, el nivel mínimo de inteligencia emocional; una capacidad que se puede adquirir  por todos y es indispensable para el éxito en la vida.