Comenzaba la década del 2000 cuando en la Contraloría del Estado se integró un expediente, que nunca vio la luz pública por una orden “de arriba”, nadie debía saber y así debió quedar. El sistema que protege a los ladrones con un manto de impunidad aplicaba entonces.
Era la administración de Melquiades Morales Flores, que llegó al gobierno de Puebla en 1999 y de inmediato incorporó como secretario de Finanzas y Desarrollo Social a su hijo político, Rafael Moreno Valle Rosas, muerto en el accidente de helicóptero en diciembre de 2018.
Todos eran priistas, y todos comían del mismo plato: arcas abiertas para satisfacer los impulsos más inescrupulosos.
Moreno Valle, el priista de esa época, que más tarde mutaría al panismo por una conveniencia política, incorporó a un grupo de jóvenes funcionarios, casi todos sin experiencia pero con ambición desmedida.
Ahí estuvo en el Grupo Finanzas, quien ahora se dice un obradorista y “hombre libre”, el diputado local del Partido del Trabajo, José Juan Espinosa Torres, cuyo cargo le debió en esa época a Moreno Valle, de quien después despotricó para santificarse como en las aguas del Jordán, frente a los ímpetus purificadores de Morena.
No era entonces ni el asomo del hombre que vive una bonanza inmobiliaria como quedó debidamente documentado y nunca desmentido, en el trabajo publicado por el autor de la Parabólica y por el director de Intolerancia, Enrique Núñez, el 5 de noviembre de 2018 (https://www.parabolica.mx/2018/politica/item/13036-vive-bonanza-inmobiliaria-jose-juan-espinosa).
Y sin embargo ya tenía impulsos cleptómanos. Eso lo tienen claro los servidores públicos que aún recuerdan el bochornoso pasaje: el robo de una computadora laptop marca Alaska, que para la época era una innovación tecnológica.
Así quedó marcado el inicio del personaje en la función pública y la política que ahora grita frenético “al ladrón... al ladrón”, sorprendido en ese año como el funcionario que tomó lo que no era suyo. Así llegó la orden, directa: sepultar el expediente del vulgar robo.
Benefactor de un sistema corrupto, terminó por ser perdonado por su jefe de entonces, el ex gobernador fallecido junto con su esposa la gobernadora Martha Erika Alonso, a quien no dudó en lanzar vituperios por sus apetitos personales y políticos, desde la trinchera de la #4T.
JJ olvidó la máxima en política que obliga a la discreción cuando no se cuenta con los atributos del elefante: orejas grandes para escuchar el peligro, piel gruesa para resistir el ataque, y sobre todo, una cola corta para que nadie la pueda pisar.