El puritanismo que suele enarbolar el ejército vigilante de las buenas costumbres en la Puebla conservadora llegó a la Cuarta Transformación de la mano de la diputada del Partido Encuentro Social, Nora Merino Escamilla.

La activa legisladora de la coalición Juntos Haremos Historia cometió un desliz imperdonable a los ojos de un grupúsculo de usuarios de redes sociales: salir a divertirse, bailar y cantar con un grupo de amigas en el puerto de Acapulco que ciertamente ya está en semáforo naranja.

Poseedores de la llama perpetua de la honradez y la moral pública condenaron a la joven legisladora que se puede ver en varios videos en la playa y en una fiesta amenizada con música de banda.

Si acaso, lo más condenable de esa conducta “pecaminosa”, el gusto musical por un género frecuentado por mirreyes, los nuevos ricos ausentes de elegancia y estilo. Pero nada más.

 

 

 

La joven diputada no obstante terminó por doblarse ante el concierto monocorde de un grupo en el que anida el morbo y la baja estofa y pidió perdón.

 

 

Un día el gran hacedor de historias Gabriel García Márquez dijo a su biógrafo Gerald Martín, un académico de la Universidad de Pittsburgh, que todo hombre “tiene derecho a tres vidas: la pública, la privada y la secreta”.

Y claro, también la mujer, pero de eso no sabe el ágrafo ni el analfabeta funcional.

Es mucho esperar una reflexión sensata de quién alimenta a los perros con los pellejos del escarnio y el morbo público.

Arrepentida, con el pelo recogido y un escenario conservador, la legisladora guardó para mejor ocasión ímpetu y energía con que suele debatir desde tribuna, incluso frente a legisladores claro perfil machista y misógino, darse golpes de pecho y pedir perdón por nada y explicar lo que tampoco debía, pero que en cambio demandaba la furia conservadora.

Si acaso, Escamilla consiguió un efecto poco deseado en el ámbito de la comunicación política: fue portavoz del escarnio del que ya era víctima; y también, de haber confiado esa vida secreta a la que toda persona tiene derecho, a una de sus íntimas que terminó por exponerla al juicio irracional de la pira ardiente de la moral pública

¿Habrá conseguido el perdón y librado la excomunión de noveles seguidores de Fernando Maximiliano de Habsburgo, el emperador fallido?