En días pasados hubo una intensa defensa de la fiesta brava. Se presentó una iniciativa de ley en el municipio de Pachuca para prohibir la entrada a menores de edad a las corridas de toros.

Tauromaquia Mexicana movilizó a los aficionados quienes nos hicimos presentes tanto en redes sociales como en el propio congreso de la población hidalguense.

La iniciativa fue votada en contra. Prevaleció el sentido común y se protegió la libertad de elección de las familias de Pachuca. Es una pequeña victoria en una lucha que se prevé larga y difícil. Combatimos adversarios que utilizan “lo políticamente correcto” como arma para ocultar la verdad.

Lo políticamente correcto se utiliza para describir el lenguaje o las medidas destinadas a evitar ofender a personas de grupos particulares de la sociedad. La táctica empieza con “toda opinión debe ser respetada” y se transforma en “que nadie exprese opiniones contrarias a las mías”. Las retóricas desensibilizadoras hace posible que la sociedad no se sientan conmovida por atrocidades, incluso cuando esas bestialidades son obvias.

Para el escritor español Javier Marías, uno de los elementos para medir la hipocresía de una sociedad es la sobre abundancia de eufemismos. Los hechos son invariables, pero para evitar que las palabras “ofendan”, se cree que cambiándolas los hechos desaparecen. Por ejemplo, al aborto le llaman “interrupción del embarazo”, al despido “reducción de personal”, y a la vejez “edad dorada”.

Los eufemismos se utilizan para blanquear lo oscuro o siniestro… Para ser políticamente correctos. El objetivo de los fanáticos es que la sociedad condene lo que a ellos no les gusta. Si no fumo, hay que eliminar el tabaco. Si soy vegano, hay que cerrar carnicerías. Si soy animalista, deben suprimirse las corridas de toros.

Los eufemismos son utilizados para adoctrinar a una sociedad diciéndoles lo que existe y lo que no, lo que es bueno y lo que no, y lo que es posible y lo que no. El régimen Nazi utilizó exitosamente lo “políticamente correcto” para permear una ideología en la sociedad. El verbo “ausmerzen” (eliminar y erradicar) que se utilizaba para cultivo de las plantas fue mezclado en sus textos para purificar la raza. Más conocido es “endlösung” o “solución final” para hablar del exterminio de lo “no puro”.

En su homilía del 3 de junio de 2013, el Papa Francisco explicaba que “la hipocresía es el lenguaje de la corrupción”. Y hacía un llamado a los cristianos a rechazar “un lenguaje socialmente apropiado” tendiente al disimulo o a la simulación. Lo propio del cristiano –pero también del científico o del filósofo– es la búsqueda de la verdad.

Al proteger la tauromaquia, salvaguardamos nuestro derecho a pensar en forma distinta, a que no sean los animalistas los que imponga sus creencias, los que piensen por nosotros. Por eso, la enhorabuena a los legisladores hidalguenses que no se dejaron amedrentar por argumentos falaces o políticamente correctos.

Lo que está en juego no es sólo el toro de lidia, ni siquiera la fiesta brava. Queremos defender nuestro derecho a ser distintos unos de otros –como lo explicaba Amos Oz en su libro Queridos fanáticos (Siruela, 2018)– “porque en el mundo hay luces, no luz. Hay creencias y opiniones, no creencia y opinión.”