Me indigna y a la vez me entristece saber lo que está pasando al interior del Grupo Tribuna.
Para quienes pasamos por sus diferentes cabinas de radio es difícil apartarse de la forma en la que hoy se pisotea el legado de Don Enrique Montero Ponce.
Sin saberlo, Don Enrique al morir, también se llevó a la tumba el proyecto de su vida.
Hace más de una década, en una de esas largas charlas que me concedía, le pregunté si estaba preparado para retirarse. Sin dudarlo, me dijo que venía preparando en su despedida y que está no tardaba en llegar.
Evidentemente me mentía. Don Enrique jamás pensó en retirarse, como tampoco pasó por su mente preparar a su posible sucesor. Quienes lo conocimos, sabíamos que la emisión en la que se despediría de su amada Tribuna Radiofónica jamás llegaría.
Sin embargo, aunque evitó a toda costa formar a su sucesor, sí hizo del Grupo Tribuna una escuela de periodismo.
Quizá Juan Carlos Valerio, cuando decidió cambiar de rumbos, se fue pensando en que Don Enrique jamás dejaría la silla principal de esa histórica cabina.
En los micrófonos de las estaciones de este grupo radiofónico había espacio suficiente para todos y así crecieron las figuras de muchos conductores, reporteros, locutores y colaboradores, que hicieron de Tribuna un sinónimo de la radio hablada.
Recuerdo como si fuera ayer, el día en que hace 26 años subí a las oficinas de Montero Ponce, en el Penthouse de la 3 sur 107.
En el escritorio de entrada estaba una joven a la que pregunté por Don Enrique. No se encuentra pero regresa en una hora me dijo.
La realidad es que Don Enrique dormía su siesta de medio día, con la que recuperaba la fuerza perdida en sus remanentes desvelos.
Ese día conocí a Don Enrique y quien cuidaba su sueño desde ese escritorio era Gabriela Cruz.
A su corta edad ya era la amiga, confidente, cómplice y leal colaboradora del Señor Montero.
A Gaby la vi crecer y convertirse en la conductora de noticias en quien recaía la responsabilidad del noticiero. También compartí muchas veladas de danzón y muchos whiskys, flanqueando ambos al viejo maestro.
Sin dudarlo, Gabriela Cruz era una hija para Don Enrique y la heredera de sus enseñanzas periodísticas.
¿Por qué hablar hoy de Gabriela Cruz? Porque me entero que después de 34 años, fue despedida de la que por méritos propios era su casa.
Y es que mientras Gabriela Cruz fue la heredera natural de las enseñanzas de Montero Ponce, hay otra heredera que por derecho de sangre recibió la dirección de Grupo Tribuna.
Y aquí es donde la burra torció el rabo. Resulta que esta semana, Ana Montero decidió despedir -además de a Gabriela Cruz— a la mitad de la plantilla laboral de esta empresa.
Entiendo que como directora general tenga el derecho a despedir a quien le venga en gana y también que tenga en sus manos la decisión de dilapidar o no el legado de su abuelo.
Pero lo que no puede hacer, es despedir a media empresa sin la liquidación de ley.
Desafortunadamente, la soberbia y la inexperiencia empresarial de esta joven la llevaron a poner en la calle a personas que dieron su vida por el proyecto de su abuelo.
Y como dijera su abuelo: “eso... eso no se vale”.