Sin proponérselo, el territorio de Puebla se ha convertido en un escenario más allá de lo natural y comprensible para la producción de material snuff. El concepto de la filmografía gore será sólo entendible para los iniciados en las artes fílmicas y las escuelas de comunicación, en donde se suelen realizar trabajos escolares a partir de una obra notable sobre este género poco comercial que altera conciencias y alimenta el morbo.      

Más allá de cintas perturbadoras como Holocausto canibal (Ruggero Deodato, 1980); Guinea Pig 2 (Hideshi Hino, 1985); Tesis (Alejandro Amenábar, 1996); 8 Milímetros (Joel Schumacher, 1999) o, A Serbia Film (Srdjan Spasojevic, 2010), el material que producen criminales locales podría alterar al más sereno de los espectadores porque toca fibras sensibles como la ética, la moral y la criminalidad.

Según la narrativa de los últimos días, en Tecamachalco existe el registro de un video en el que se alcanza a ver una ejecución de una mujer postrada en un habitáculo a oscuras para luego ser iluminada con el destello de un arma de fuego. La crónica periodística de los hechos, alojada en diversos sitios y medios de Puebla, hablan de una ejecución grabada y difundida en redes sociales.

“Durante la madrugada del viernes, un familiar hizo un macabro hallazgo cuando en Facebook y WhatsApp se encontraron con un video de la ejecución de Nayeli De la Cruz García. El video mostraba a una mujer en un cuarto oscuro, sentada en el piso, semidesnuda y cubriéndose con una sábana su zona íntima, cuando de momento se observa un destello, provocado por un disparo, así finaliza la grabación” cuenta la crónica.

La versión de la existencia de ese material perturbador fue confirmada por el gobernador Miguel Barbosa en la conferencia de prensa la mañana del miércoles. Añadió que se trabaja en la investigación del caso, pero el fondo está mucho más allá de un crimen “pasional” o de “pareja” como suelen argumentar las autoridades ministeriales ante escenas como la descrita.

Refleja el nivel de desequilibrio y frialdad de un ser humano envuelto en algún tipo de psicopatía del que los especialistas del trastorno humano deberán trabajar para poder encontrar orígenes que arrojaron la crueldad del escenario descrito por la crónica periodística confirmada desde el gobierno de Puebla.

Cuando quienes pudimos conocer del trabajo de investigación exhaustiva de la reportera Magaly Herrera que dio como resultado una espléndida, estrujante y delirante crónica “Un halcón frente a la cámara”, finalista en la cuarta edición del concurso Nueva Plumas, muchos asumimos se trataría del último y tal vez único caso en que un criminal decide dejar constancia videográfica de un “sacrificio humano”.

Ahora se sabe de la existencia de otro caso análogo y sobran adjetivos para explicar el horror de las víctimas, familiares y espectadores.