La resolución de anoche de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que autoriza a Andrés Manuel López Obrador realizar una consulta popular para saber si “el pueblo bueno” aprueba o no que se investigue y en su caso se sancione a los expresidentes, representa un enorme riesgo para el país.

Es cierto que la mayoría de los mexicanos estamos cansados de los abusos y saqueos, que más de uno desearíamos que en su momento se le sancionara a los expresidentes, pero siendo realistas usted realmente cree que alguno de ellos haya sido tan poco listo como para firmar de puño y letra las enormes corruptelas que se dieron en sus gobiernos. ¡Claro que no!

Así que la consulta popular aunque prospere, porque sabemos que para imponer su santísima voluntad AMLO se pinta solo, será sólo un espejismo.

Desde ahora le aseguro que ninguno de los exmandatarios, vamos ni su súper enemigo Felipe Calderón ni el señaladísimo Enrique Peña Nieto, pisarán la cárcel.  

Y no es que me dé gusto que la impunidad impere en nuestro país, claro que no. Pero lo que realmente me encabrona es que una vez más López Obrador, como buen emperador, imponga su voluntad de manera disfrazada, sin importar a qué costo.

Y es aquí donde entramos a lo verdaderamente delicado.

La votación dividida de anoche, los argumentos escuchados y la consigna en redes de “la justicia no se consulta” son muestras claras de que el Poder Judicial, uno de los tres pilares sobre los cuales descansaba la democracia mexicana, simplemente se derrumbó y cedió toda su fuerza y autonomía al presidente, quien previamente ya tenía en la bolsa el Poder Legislativo.

Así las cosas, yo me preguntó cuál es el Estado de Derecho que prevalecerá en México, quién defenderá las causas del país si los magistrados de la máxima corte se encuentran más ocupados en darle gusto al inquilino de Palacio Nacional que en cuidar los principios que juraron hacer respetar.

Silencio en El Sol 

Ayer nos enteramos que los talleres donde se imprimía el periódico El Sol de Puebla, desde el 5 de mayo de 1944, cerraron. Ahora la impresión de dicho diario se hará en el estado de Tlaxcala debido a los costos que representa. 

El Sol de Puebla es toda una institución en el periodismo poblano y al margen de la línea editorial, con la cual podemos coincidir o no, el periódico tuvo su mayor auge en la segunda mitad de siglo XX cuando se convirtió en el matutino más vendido, para ese entonces uno ni imaginaba que los medios digitales tendrían la fuerza que hoy representan.

Es así como las históricas instalaciones donde se realizaba el tiraje de cada noche, en el corazón de la capital, son parte de la historia de Puebla.

Fue el general José García Valseca, quien creó el periódico en su estado, y desde sus talleres se comenzaron a imprimir las notas con una tendencia ideológica en contra del fantasma del comunismo en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta. 

También en los talleres se contaban historias de principios de los setenta, cuando Los Carolinos intentaron quemar la imprenta por la tendencia a favor de la derecha. El jefe en ese entonces era Adalberto Salgado, conocido como “El Chato”, quien hizo frente a los universitarios, defendiendo la trinchera. 

En ese diario mucha gente encontró trabajo a través del aviso clasificado o compró una casa o su primer auto, todo estaba en esas páginas tamaño sábana, un formato francamente difícil e incómodo para leer.

Otro de los recuerdos que se quedaron en esas paredes de la “Casa del que mató al animal”, es que ahí a partir de las 11 de la mañana comenzaba a imprimirse La Voz de Puebla, ese vespertino que dirigió Don Enrique Montero Ponce y que desapareció en 2005. 

Del vespertino llegaron a venderse hasta cien mil ejemplares en un día, en una ciudad que no tenía más de 300 mil habitantes y los veinte centavos eran suficientes para estar informados. 

Algunos recordarán con nostalgia a dos de los directores de El Sol de Puebla, el primero Antonio García Quevedo, quien fuera maestro de Don Enrique Montero Ponce, y Alfonso Neri Castaneira, los dos en la época del general García Valseca.