Se lo adelanté ayer. Las cifras que presentó el INEGI resultaron devastadoras. Aunque el instituto lo hace de manera metódica y fría, lo cierto es que cada número representa una ausencia colosal para los familiares de las víctimas del coronavirus.

El Inegi reveló que para finales de agosto del año pasado hubo 108 mil 658 muertes relacionadas con el SARS-CoV-2; es decir, que a Hugo López-Gatell simplemente le fallaron las cuentas por 44 mil 244 muertos, que no incluyó en sus estadísticas diarias.

En el colmo del descaro, el subsecretario quiso lavarse las manos una vez más y dijo, desde el confinamiento, que era imposible llevar un registro correcto de todos los muertos por Covid en México porque ellos, la Secretaría de Salud federal, sólo cuantificaban a aquellos que morían en los hospitales.

Así que si uno de sus conocidos o familiares murió mientras esperaban a la ambulancia para trasladarlo a un hospital o en el peregrinar para encontrar un nosocomio que tuviera espacio para recibirlo, déjeme decirle que simplemente no es parte de la estadística oficial que noche con noche presentan a las 19 horas.

Desde luego, como lo hemos advertido desde el inicio de la pandemia (nuestras cifras) son estadísticas incompletas en la medida que no incorporan otras fuentes de información… como son las actas de defunción”; así respondió Gatell cuando se le preguntó por qué la discrepancia entre “sus cifras” y los números del Inegi era del 45 por ciento.

Las cifras del Inegi, un organismo autónomo al que López Obrador ha buscado desmantelar, podrían incluso elevarse en octubre próximo cuando se presente el informe final de muertes en 2020.

Hasta el momento lo inamovible es que el coronavirus fue, en 2020, la segunda causa de muerte entre los mexicanos, sólo detrás de las afectaciones cardiacas.

Es cierto que ante las dimensiones mundiales de la pandemia sería imposible pensar que México estuviera exento de muertes por Covid; sin embargo, el pésimo manejo de la crisis sanitaria ocasionó que hoy por hoy seamos el cuarto país del mundo con más fallecidos, superando ya las 152 mil víctimas.  

En la víspera el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, uno de los jefes de estado que se negó férreamente al uso de cubrebocas hasta que se enfermó severamente, dio una cátedra de humildad cuando se responsabilizó por las víctimas de su país.

Al rebasar las 100 mil muertes, emitió un mensaje a su nación en el cual lamentó “profundamente a cada una de las vidas que se han perdido y asumo la responsabilidad completa por todo lo que ha hecho el Gobierno”.

Seguro que nuestro par de López (Gatell y Obrador) en breve también lanzarán un vídeo en el que igualmente reconozcan que sus terquedades hoy tienen a los hospitales en el colapso y a más de 200 mil familias con un vacío imposible de llenar.

No importa si para López-Gatell “en ningún momento ha sido rebasado el sistema nacional de salud”, como lo denunció previamente el rector de la UNAM, Enrique Graue; la realidad se ha impuesto a la politiquería de la 4T.

Y si no fue rebasado, ¿por qué los hospitales de todo México están hoy saturados; por qué los pacientes tienen que ser atendidos en pasillos y salas de espera; por qué los paramédicos deben esperar a que alguien muera para bajar a su paciente de la ambulancia e ingresarlo?

Seremos Conejillos de Indias

Y en más incongruencias de la 4T, justo cuando los mexicanos nos preguntamos cómo es posible que anuncien la llegada de 24 millones de dosis de la vacuna rusa que aún no ha realizado sus estudios de fase 3, el canciller Marcelo Ebrard anunció desde su cuenta de twitter que los mexicanos seremos los conejillos de Indias de otro antígeno que también está en fase 3: “Aquí el vínculo a tecsalud para participar en ensayo clínico fase 3 de CUREVAC”.

Curevac, había detallado antes, es la fórmula de Alemania que se aplicará en CDMX, Querétaro, Guadalajara y Monterrey para completar el estudio clínico fase 3 que exigen los organismos internacionales para validar una vacuna.

Así pues, los mexicanos seremos el experimento viviente de los rusos y de los alemanes, faltaba más.