Pareciera ser la misma película, pero en distinto lugar y con distinto personaje.
Pero esta historia ya se repitió antes y de nuevo vuelve a ocurrir.
En el primer acto Luis Márquez Lecona, fue secuestrado por hombres desconocidos la mañana del martes 23 de febrero, a la altura del municipio de Tlaxco, en el Estado de Tlaxcala.
Un día después, el martes, fue liberado mediante el pago de un millón de pesos en efectivo, para que después el edil apareciera en su cuenta de Twitter donde agradeció la preocupación de sus familiares.
No se dieron a conocer más detalles del asunto y la noticia, por lo menos en el resto del Estado de Puebla se fue olvidando.
Luego, antes de la medianoche del domingo 28 de febrero, cinco días después, ocurrió la fuga de un delincuente de alto impacto, que de entrada cumplía una condena de 50 años de cárcel, por el delito de secuestro agravado, pero en ese momento estaba internado en el Hospital General de Zacatlán.
Se trata de Ángel González Jiménez, de 42 años de edad, de complexión robusta, moreno claro, cara ovalada, cabello de color negro, corto y lacio, oriundo del Estado de México.
Fueron al menos 15 sujetos, en por lo menos dos vehículos, que vestían ropa tipo militar y que portaban rifles de asalto, quienes ingresaron disparando sus armas, para apoderarse de Ángel González y luego emprender la huida.
Durante el operativo de rescate fue herido un elemento de la Policía Municipal y otro más fue golpeado, además de que los desconocidos arrojaron en el piso lo que serían dos bombas tipo caseras, que amenazaban con detonar si trataban de seguirlos.
La fuga fue igual de espectacular. Los desconocidos se fueron detonando sus armas y tomaron dos caminos, para evitar en todo momento alguna persecución, que se les hubiera salido del plan. Una de las carreteras que tomaron va para Ahuazotepec.
Previo a la fuga, el interno del penal de Zacatlán, había argumentado dolor de estómago, por lo que, pese a su peligrosidad, no hubo inconveniente en llevarlo al nosocomio, sin dar aviso ni a la Policía del Estado o a la Guardia Nacional.
La versión oficial, la del Gobierno de Puebla, fue que se trató de un asunto donde hubo corrupción, es decir, alguien o algunos se vendieron para facilitar la fuga.
El director de la cárcel es el principal sospechoso, luego vienen los custodios y otras autoridades, sin dejar de tomar en cuenta que cinco días antes el presidente municipal había sido secuestrado.
La fuga se produce en el último año de esa administración municipal.
El lector no lo va a creer, pero una fuga igual, sólo con unas ligeras variantes, ocurrió en administraciones anteriores, en un municipio del "Triángulo Rojo", sólo que en esa ocasión, el delincuente de alto impacto, se fue por la puerta principal de la cárcel y no simuló estar enfermo.
Y el lector no me pregunte si fue en Tecamachalco, porque no me acuerdo.
En los dos casos no falta quien dice y afirma "La plaza ha sido comprada".
Nos vemos cuando nos veamos.